Ayer se votaban en el parlamento de Cataluña las enmiendas a la totalidad del presupuesto regional, el paso previo para poder aprobar las cuentas. ERC, gobernante, y PSC, muleta, habían acordado un proyecto de cuentas conjunto, y en frente, todos los demás, desde los sediciosos de Junts hasta el PP, estaban en contra. La decisión quedaba en manos de los Comunes, lo que queda del experimento de pablemos y compañía allí. Obsesos con el decrecimiento y empobrecer a todo el mundo, votaron en contra del presupuesto por algunas de las inversiones que en él se recogían, y lo tumbaron. A los pocos minutos Aragonés adelantó las elecciones.
Las catalanas tocaban en primavera del año que viene, pero es una tradición local allí, tanto como los castellets, el hacer elecciones de manera constante cada pocos meses, en un clima de inestabilidad política absoluta. Con el adelanto de ayer el calendario electoral nacional se ha convertido en una agotadora carrera que empieza en las vascas de abril, sigue por las catalanas de mayo y se acaba, se supone, en las europeas de junio, en lo que va a ser un trimestre de constante campaña en todo el país, de enfrentamiento a cara de perro entre los partidos, nacionales y autonómicos, y de suciedad total, Vienen semanas asfixiantes de propaganda desatada y de exabruptos ante los que hay pocas vías de defensa, salvo la de eludir la actualidad. El desgobierno sanchista, que no esperaba lo sucedido ayer, se queda en hibernación hasta el resultado autonómico catalán, dado que sus dos principales socios, Junts y Esquerra, dirimirán el odio que se tienen en el tablero electoral local, y nada se podrá aprobar en un congreso en el que Sánchez requiere del acuerdo de todos aquellos a los que ha unido su triste destino. De hecho, es probable que la infame ley de amnistía, que se vota hoy, sea la única que se apruebe en este trimestre. Ojalá no fuera así, pero salvo deseable sorpresa, es lo que parece que ocurrirá. Moncloa, ante la voladura de Aragonés, ha tenido que improvisar un argumentario de urgencia, admitir que este año ya no habrá presupuestos y decir que se pone a trabajar en los de 2025, cuando es sabido por todo el que está en la administración que eso del presupuesto es algo que se empieza a elaborar a la vuelta del verano. La precariedad en la que vive el desgobierno que padecemos es tan elevada que, en la práctica, va a ejercer como si estuviera en funciones hasta que pase este superciclo electoral. De cuáles sean los resultados que se den y de si el sedicioso Puigdemont se vaya a presentar como candidato a la Generalitat dependerá la supervivencia de la coalición de gobierno. La lógica dice que en las vascas y europeas el PSOE sacará un mal resultado y en las catalanas bueno. De hecho, gran parte de la estrategia de Moncloa (Ferraz ya no existe en la práctica) pasa por que Illa saque un resultado que le permita hacerse con la Generalitat, contando así con un poder propio regional de primera división. En esa ecuación el apoyo de ERC es vital, y que Junts saque un mal resultado que debilite sus posiciones también. Todo lo demás pondría en un brete los planes de Sánchez. Un resultado en el que, como en el pasado, Illa gane pero no pueda gobernar, o que haya un acuerdo mínimo secesionista entre Junts y Esquera, o que el peso de los Puigdemoníacos sea lo suficientemente relevante como para condicionar el futuro gobierno catalán desestabilizaría aún más la posición de Moncloa. Además, una vez aprobada la infame amnistía, si el sedicioso puede volver y ocupar posiciones de poder, su desprecio hacia el gobierno central se volverá tan insultante como explícito, y la situación de desgaste a la que se puede enfrentar Sánchez sería insoportable en el tiempo. Como es muy difícil saber qué resultado acabará saliendo, toca hacer escenarios de fantasía y luego contrastarlos con la realidad.
Si el Sanchismo tiene, a priori, bastante que perder, el PP parte de una posición tan baja que sólo puede ganar. Descontando las europeas, tanto en Cataluña como en el País Vasco parte el PP de unos resultados cutres e irrelevantes, por lo que poco mérito tendrá si asciende. Que ese ascenso se convierta en relevante de cara a sus intereses y a los de la gobernabilidad regional es otra cosa, y es a lo que aspiran en Génova, quizás con más ilusión que realidad. El resto de formaciones, especialmente las que componen la macedonia de Sumar, es probable que sufran un efecto “gallego” y, si no desaparecen, se conviertan en muy poco relevantes. En todo caso, ya lo siento, tocan demasiadas elecciones. Y sí, yo también estoy cansado de la política. Mucho.
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