lunes, septiembre 08, 2025

Incidentes en la Vuelta a España

Ayer un corredor del Movistar resultó herido durante el transcurso de la etapa de la Vuelta a España al caerse por la irrupción de un espontáneo que, bandera palestina en ristre, trató de provocar un parón de todo el grupo principal. Afortunadamente no hubo más implicados en la caída, pero el susto fue monumental, y para el corredor afectado, doloroso. Pudo reincorporarse a la ruta, magullado. En la meta, antes de la llegada de los corredores, se reprodujeron los incidentes y algunas personas fueron detenidas por su actitud violenta. Finalmente, la llegada se produjo sin que hubiera problemas y la etapa acabo con normalidad.

Queda una semana de carrera y se está hablando mucho más de todos estos incidentes que de la propia competición. La presencia de un equipo patrocinado por Israel entre los integrantes del pelotón ha convertido a La Vuelta en el escaparate perfecto para los manifestantes que protestan por las acciones que Israel está desarrollando en Gaza. La presión para que este equipo se retire ha ido creciendo a medida que las protestas ganan fuerza, y el propio equipo ha decidido retirar el nombre de Israel de su equipación para disimularla y así pasar algo desapercibido, pero ha dejado claro que no va a abandonar voluntariamente la carrera. La Vuelta la organiza una entidad privada, que decide, en función de baremos deportivos y de negocio, los equipos que pueden correrla, y aunque se ha especulado con que se han lanzado mensajes al equipo israelí para que se retire, públicamente no ha hecho comunicado alguno. El gobierno, que no decide nada en este caso, ha mostrado su apoyo a la retirada del equipo, pero es una declaración voluntarista. A medida que pasan las etapas y se acerca la conclusión en Madrid, con un final de montaña el sábado y el domingo con el circuito por las calles de la capital, crece la preocupación ante lo que puede ser un acto de boicot completo en un evento que otorga una enorme visibilidad y que, por sus dimensiones físicas, es casi imposible de controlar en todo su recorrido, a pesar de que las fuerzas y cuerpos de seguridad se están empleando a fondo. Todo esto está pasando factura a varios corredores, que se sienten incómodos en medio de un clima de inseguridad creciente. Los serios incidentes que se produjeron en Bilbao, donde el final no pudo disputarse por invasión de la meta por parte de manifestantes, fueron el primer gran aviso del riesgo que corre la competición, y sus integrantes, ante los grupos violentos que pueden tomar el control de un espacio público. El mismo aficionado puede pensárselo dos veces si acudir al evento o no en vista de que las condiciones de seguridad se van deteriorando a medida que pasan los días. Hoy es jornada de descanso, y supongo que de reflexión de todos los organizadores y participantes, ante los días que quedan por delante, con las dos citadas etapas finales en Madrid y una contrarreloj individual en Valladolid que está por ver cómo se va a controlar. No hay ninguna noticia que haga supone que La Vuelta se vaya a cancelar ni nada por el estilo, pero es evidente que todo el mundo desea que acabe cuanto antes, y que en cuanto sea posible la sombra de la actualidad internacional desaparezca de un evento que no tiene nada que ver con la actuación del gobierno israelí. El Tour de Francia se salvó de este tipo de protestas, y eso que en él también corría en aquel caso el equipo de la discordia. Hace unos meses la guerra de Gaza y la crueldad que en ella se vive también se desarrollaba a plena luz del día, pero por lo que fuera en Francia no se vieron protestas al respecto, o no fueron relevantes, y desde luego no causaron incidencia alguna en la carrera. En este sentido La Vuelta ha tenido peor suerte, y o bien la mayor conciencia social de lo que pasa en Gaza o la presencia de alborotadores profesionales de origen local (en el caso de Bilbao es obvio) han sido factores distintivos que están llevando la carrera a una crisis bastante seria. Si el temor a lo que pueda pasar en los arcenes domina a lo que sucede en la carretera la carrera en sí queda bastante en entredicho.

Como siempre, me reitero, nada justifica la violencia. Se puede protestar por lo que se quiera, y lo que está haciendo Israel en Gaza merece todas las críticas posibles, pero la actitud violenta de los manifestantes deslegitima sus actos, siempre. También en este caso. Agredir a corredores, sabotear etapas y recorridos, enfrentarse a la policía, son actos violentos que no deben permitirse nunca, nunca, nunca. La Vuelta determinará lo que quiera respecto a su organización y los estados harán lo mismo, ya veremos si es así, en las competiciones en las que tengan competencias. Lo demás es bronca y malos modos. Y, por cierto, nada útil para aliviar el sufrimiento de los palestinos o para frenar a las tropas de Netanyahu.

viernes, septiembre 05, 2025

María Pombo no lee

Esta semana he conocido a María Pombo o, más bien, le he puesto cara. Y sí, es muy guapa. Me sonaba ligeramente pero no la tenía ubicada, dado el poco caso que hago al mundo de los influencers, fenómeno que no logro entender del todo. Busqué algo para saber quién era después de unas declaraciones suyas que le han dado relevancia a lo largo de la semana, y la trayectoria que tiene se me hace ajena a más no poder. En todo caso es evidente que la vida, al menos en lo material, ha sido bastante más gratificante para ella que para mi, por lo que en lo que respecta a la supervivencia, me gana de calle. Para eso no le ha hecho falta leer, desde luego.

Pombo ha dicho que las personas que leen no las hace mejores respecto a las que no leen, y que el mero hecho de leer está sobrevalorado. Esto ha generado mucha polémica, ruido en las redes y respuestas de todo tipo, en general críticas hacia ella. Eso le ha obligado a reconocer que algún libro se ha leído, y ha mencionado a unos cuantos de autoayuda y el principito. Más allá de que la fama de Pombo sea merecida o no, creo que no pero eso da igual, en parte tiene razón con sus declaraciones, al menos respecto a la bondad personal asociada a la lectura, porque creo que las buenas personas, las que son mejores, no tienen por qué leer, o no es algo que sea distintivo en ello, pero eso mismo se puede decir de mil facetas distintas de la vida. Uno puede ser bondadoso e iletrado, culto y capullo, devorador de libros y generoso, amante de la cultura y racista, etc etc. La gente, en estos tiempos en los que todo es blanco y negro, no logra entender que las personas somos complejas, tenemos un montón de facetas distintas en nuestra personalidad, combinaciones de todo tipo de gustos, preferencias, recuerdos, historias, hechos que nos han marcado, etc, y suele ser el efecto de todo eso lo que determina cómo somos. Leer es una manera intensa de aprender y acceder a conocimientos acumulados por la humanidad, y genera empatía respecto a las historias que se cuentan de esta manera, pero eso puede generar efectos de todo tipo en cada persona y a algunos volverles más receptivos respecto a lo que pasa en el mundo y a su alrededor y a otros no. La superioridad moral, de la que tanto presumen determinados colectivos e ideologías que pululan entre nosotros es, a mi entender, un oxímoron, porque quien así se manifiesta está cayendo en un desprecio hacia los demás, lo que es un comportamiento poco moral. Pombo, a quien no conozco de nada, puede ser una bellísima persona, o lo contrario, o ni fu ni fa, haya leído o no. A mi, que la lectura me encanta, me resultará mucho más interesante alguien a quien también los libros le digan algo, porque tendré allí una afinidad común que es muy relevante en mi vida, pero yo no leo porque me crea que eso me hace ser mejor que otros, por la misma razón que cuando como espaguetis no me creo superior a quien come ensalada. Ese pensamiento es una estupidez profunda. Leo porque me gusta aprender cosas, porque me seduce el hecho de sumergirme en un contexto no visual en el que lo que se cuenta debe ser complementado por la imaginación para conformar un relato. Leo porque me gusta que me cuenten historias, igual que si vas al cine o escuchas un poadcast en el que se relatan anécdotas. Leo porque me lo paso bien, porque me entretengo, porque me parece una manera fantástica de pasar el rato, porque me produce placer sentarme en un banco, o en casa, o en donde sea, abrir un libro y meterme dentro. Leo principalmente por el mero hecho del entretenimiento, del disfrute. Decía Savater que de pequeño le caía alguna bronca en casa por estar “ahí, leyendo, sin hacer nada” y el respondía que leer es hacer algo, y que no había momento en el que se lo pasase mejor que metido en las novelas y ensayos que le absorbían. Leer por placer es, para mi, una excelente manera de pasar la vida, y el montón de obligaciones de la vida adulta (en mi caso no tan adulta como lo normal, lo que genera menos debes) quita tiempo para ello, pero una vida de horas libres para poder leer lo que se quiera es una buena idea de paraíso.

Leer, escuchar música, asistir a conciertos o exposiciones, visitar museos…. Todo ese tipo de actividades que asociamos con la cultura son buenas porque, en general, otorgan a quien las practicas mayores criterios y recursos para enfrentarse a la vida, por lo que puede ser de utilidad. Pero, por encima de todo, pueden resultar actos gratificantes, estéticos, de gozo, de pasarlo bien, de sonreír mientras se ejecutan. Dudo que la cultura nos haga ser mejores personas, hay contraejemplos profundos al respecto, pero al menos, a los que nos gusta, nos va a hacer pasar buenos momentos y aliviar el paso vital. Y eso, que esté tranquila, no afectará al elevado nivel de facturación del negocio de María Pombo.

jueves, septiembre 04, 2025

La sucesión en las dictaduras

Uno de los comentarios más reiterados ayer tras la aplastante parada militar de Beijing fue, además de la exhibición de poder que supuso, esa conversación pillada entre Putin y Xi en la que hablaban sobre la posibilidad de vivir hasta los 150 años, mediante trasplantes. Al parecer comentaban algunas de esas noticias medio fantasiosas que surgen a veces de gurús de Silicon Valley sobre posibilidades maravillosas de alargar la vida o alcanzar la inmortalidad. Ya les advierto que todas ellas están, por ahora, condenadas a la melancolía, porque son tan falsas como el valor de un dólar de chocolate. La vida no se va a alargar de esa manera, no.

Lo que sí es cierto es que Xi y Putin tienen intención de gobernar sus naciones hasta que se mueran, y a la edad que ambos comparten, 72 años, es algo que acabará pasando pero, probablemente, no a corto plazo. Eso les plantea, y lo saben, el problema de la sucesión en el régimen, uno de los mayores en lo que hace a la supervivencia de un estado y de su forma de poder. Las democracias tienen establecida una manera tortuosa pero efectiva, que son elecciones regulares cada pocos años, normalmente cuatro, y el pacto común entre todos de aceptar que gobierna el que gana cada vez. Eso permite que el traspaso de poderes sea un acto reglado, más o menos periódico y sin una especial trascendencia. En las dictaduras, regímenes personalistas muy jerarquizados, donde la cúspide lo controla todo, la muerte del dictador supone una convulsión profunda que puede acabar con la estructura de poder que controla la nación y desestabilizarla hasta límites insostenibles. Una solución tradicional a estos problemas es la sucesión de golpes de estado, en los que una facción se levanta y derroca al gobernante, y con el tiempo otra hará lo mismo, y así sucesivamente. La sociedad vive sometida, el país no se desarrolla, la violencia es endémica y la sensación de inestabilidad, permanente. En el caso de China estaba establecido que los mandatos del líder del PCCh fueran uno más uno, sin posibilidad de prórroga, y con la elección conocida de un delfín que, salvo sorpresa, sería el sucesor. Xi ha roto esa tradición y se ha convertido en líder indiscutido y prorrogable hasta el hartazgo. Ha verticalizado mucho la estructura de poder del PCCh y cada día que pasa complica la perspectiva de qué puede suceder en su ausencia. En todo caso, la estructura del partido sigue siendo enorme y, pongamos, si Xi fallece en el corto plazo, aunque haya diputas entre facciones, es probable que el liderazgo no quede vacante durante un tiempo significativo, y que otra figura, puede que de transición, sea puesta en su lugar. En el caso de Putin la cosa es más complicada, dado que hay consenso en que lo que gobierna en Rusia es una mafia, una camarilla de poderosos que se amenazan entre sí y que no dudan en recurrir a lo más sucio para mantenerse. Putin sabe que dejará el poder muerto, bien por causas naturales o provocadas, y de eso segundo sabe bastante. En el caso ruso la ausencia de Putin sí desencadenaría una lucha entre los distintos miembros de esa mafia para saber quién accede al Kremlin como el más poderoso, y no está nada claro qué es lo que pasaría. No son pocos los que opinan que sería un momento muy peligroso, porque ahora Putin ofrece una estabilidad interna en ese país que impide movimientos de todo tipo. Pensemos en los seres grises que se mueven por allí en la sombra, en la cantidad de oligarcas con mando, en los que disponen acceso a armamento y a fuerzas paramilitares, como fue el caso del ya asesinado dirigente de Wagner. La sucesión en Rusia a la muerte de Putin es una total incógnita y un momento peligroso que muchos temen, dentro y fuera de ese país.

El que mejor se lo ha montado de entre los dictadores del desfile de ayer es el norcoreano. Es el tercero de los Kim que se sucede en el poder después de que su abuelo se hiciera con el poder, implantase una dictadura demoniaca y no tuviera otra ocurrencia que convertirla en un reino hereditario, de tal marea que Corea del Norte es la única monarquía absoluta leninista conocida. Sus resultados como ejemplo de gobernanza son claros, y es mejor no imitarlos en nada. Kim Jong Un es joven, creo que no llega a cuarenta, aunque de salud mejorable, y tiene una hija, que le ha acompañado a su visita a China, que algunos apuntan como la sucesora, frente a la hermana de Kim, que también ha sonado. No se conoce a ningún hijo de Putin que pueda ser futuro Zar.

miércoles, septiembre 03, 2025

China exhibe músculo militar

Hoy se cumple el ochenta aniversario de la firma, por parte de Japón, de su rendición en la IIGM, acto con el que e ponía punto final definitivo a la mayor carnicería de la historia. En Asia este día es muy importante, porque la guerra no acabó en mayo en Europa, sino allí en septiembre, y para las naciones como China, que vivieron en sus carnes las atrocidades cometidas por Japón durante su invasión, esta jornada siempre ha sido muy importante. Normalmente se conmemora con un desfile militar y una exaltación de patriotismo muy controlada por el partido, que busca emocionar a su pueblo, mostrar poder al mundo y, de paso, presumir de sus logros.

Lo de esta vez ha sido especial, el aniversario tan redondo permitía hacer una exhibición muy espectacular, y en el marco de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái que les comentaba el otro día, China ha hecho alarde de todo su poderío militar en un desfile majestuoso que ha llenado la plaza de Tiananmen y aledaños, lo que ya de por sí es meritorio dadas las dimensiones gigantescas de ese entorno. En la tribuna presidencial se encontraba Xi Jinping, el máximo dirigente del PCCh y toda su corte de cargos intermedios, y junto a él, los presidentes de Rusia y Corea del Norte. Sólo el hecho de ver a estos tres personajes haciendo alardes juntos en medio de miles de soldados y armas de la mejor tecnología resulta inquietante. De hecho lo es cuando por separado se dedican a hacer estas cosas, desfiles de ejércitos que están sujetos a ciega obediencia ante su líder máximo. De las tres naciones una está en guerra contra nosotros, Rusia. Otra ayuda militar y humanamente al agresor, Corea del Norte, y la tercera, China, no consta que suministre material militar al Kremlin, pero es su principal socio comercial para todo tipo de productos, algunos de ellos de evidente doble uso, por lo que no sólo mantiene con vida a la economía rusa sino que le permite seguir con su agresión. El desfile de hoy es una enorme exhibición de poder duro por parte de una China creciente y una señal al resto del mundo por parte del grupo de naciones que allí se han reunido. Más allá de palabras, están dispuestas a rediseñar un orden mundial que surgió de las cenizas de esa conmemorada victoria en la IIGM, un orden mundial que ha derivado en el dominio económico y geopolítico de occidente de la mano de EEUU. China es la segunda economía del mundo, el segundo país más poblado, su peso global crece sea cual sea el indicador que usemos para medirlo y, al contrario de lo que pasaba con la URSS en la época de la guerra fría, su modelo, mezcla de autoritarismo estalinista y capitalismo salvaje, ofrece unos grandes resultados en lo que a prosperidad se refiere, por lo que más allá de las cuestiones ideológicas, China ofrece al resto de países del mundo una visión alternativa a la de EEUU, y con evidentes resultados económicos. La prosperidad no sólo se puede alcanzar vía democracia, también el autoritarismo puede lograrla. China supone el gran reto al que se enfrenta el mundo hoy en día, con empresas enormes de sectores tan diversos como la tecnología, automoción o farmacia que son capaces de invadir el mundo con sus productos a unos precios de derribo, ante los que muchas empresas occidentales no son capaces de competir. China mantiene unos subsidios a la exportación de sus bienes que los pone por debajo de los costes de producción de nuestros negocios, y les quita cuota de mercado sin cesar, y por si eso no bastara, posee un evidente mercado interno de más de mil millones de personas, de las cuales unos cuatrocientos millones se pueden considerar de clase media tal y como la entendemos aquí. Son más que toda la población de EEUU y se acerca a los registros de habitantes de Europa. Sí, China es un monstruo.

Y ese monstruo, con sus socios, reclama cada vez con más fuerza la remodelación de un mundo cuyas reglas le han sido impuestas y no ve con buenos ojos. La prevalencia de las economías de derecho capitalistas occidentales y sus sistemas de reglas y pactos es vista como algo caduco por parte de la cúpula del PCCh, que cree que su autoritarismo y eficacia son muy superiores a un occidente que asocian a inestabilidad y decadencia. Más allá de los problemas militares que puedan surgir en el sureste asiático, con Taiwán como foco, la gestión de qué hacer con China empieza a ser algo que puede llegar a superar nuestras capacidades como bloque, y ni les cuento en el caso de que EEUU siga haciendo trumpterías. El desfile de hoy es un alarde, también una advertencia al resto del mundo.

martes, septiembre 02, 2025

La vuelta al cole

Septiembre es un nuevo enero, un reinicio para muchas cosas, que viene expresado en esas tres palabras, vuelta al cole, que tanto contenido tienen. Los críos dejan el odio infinito y rehacen maletas para volver a llenar las aulas. Ahí tienen, por ejemplo, al crío de Illa, que sometido a la autoridad de Sánchez, acude hoy a visitar al prófugo puigdemoníaco para tratar de negociar, a escondidas, nuevos chantajes que permitan al inquilino de la Moncloa seguir ahí sin límite y al sedicioso manipular todo lo habido y por haber. Hay más decencia en el mayor repetidor de la clase más cutre del país que en esta banda de sujetos, alguno ya condenado, otros que quizás en el fututo también lo estén.

En los inevitables y repetitivos informativos en los que la “vuelta al cole” laboral es la apertura durante los últimos días de agosto se reiteran testimonios sin fin de los que vuelven agobiados por tener que hacerlo, que se lo han pasado bien en su descanso pero que querían seguir allí eternamente, y que desde que han empezado el camino de retorno hacen cuentas para cuándo va a ser el próximo puente o la siguiente escapadita. Todos los años igual. De vez en cuando se cuela entre los entrevistados alguno que afirma tener deseos de volver, porque echa de menos la rutina de su vida laboral, y ese testimonio de deseo, curiosamente, o no, se da más entre los chavales, que afirman querer volver al cole para reencontrarse con sus amigos, a muchos de los cuales no han podido ver en todo el verano. Como suele ejercer en mi entorno el papel de insidioso oficial reitero una y otra vez que los que vuelven de vacaciones son unos afortunados por tener un trabajo al que reincorporarse, porque el desempleado, que carece de él, no tiene vacaciones como tales, sino un tiempo de espera, de angustia, que se prolonga sin límite conocido. El concepto de vacación se define por su opuesto, el de trabajo, como el negro es lo contrario al blanco. En el mundo de los jubilados no existen las vacaciones, porque el tiempo se mide de una manera mucho más homogénea, ni hay distinciones relevantes entre martes y sábado, entre laborables y festivos. Los que trabajamos, y nos quejamos de las incomodidades que pueden tener las labores que desempeñamos, no queremos reconocer que el mundo laboral aporta una serie de certezas a la existencia, entre ellas la de la medición del tiempo y la distinción de los periodos, que ayudan mucho a mantenerse sano en cuestiones mentales. Hay gente que tiene trabajos desagradables o, mejor dicho, condiciones desagradables, o jefes nefastos, o malos compañeros, o situaciones de estrés muy abundantes. En esos casos la vuelta al curro supone un esfuerzo añadido, y las vacaciones, una necesidad de desconexión respecto a un entorno que aporta bastante menos de lo que quita, pero muchos otros tienen trabajos normales, donde se hacen cosas, y unos días son buenos y otros son malos, lo que viene siendo la normalidad de la vida. Enfrentar la jornada laboral por defecto con caras largas, con agobio, con sensación depresiva y cosas por el estilo es el mejor camino para que las cosas se tuerzan. Y no, no estoy cayendo en tópicos de autoayuda. Ir feliz al trabajo es tan absurdo como ir feliz al supermercado a rellenar el carrito. Uno va a ambos lugares porque debe y, una vez allí, ya se verá como va la cosa. Lo que no tiene sentido es ese bombardeo de negatividad constante que, sobre todo desde los informativos televisivos, se realiza a finales del pasado mes como si se tratara de la próxima ejecución de una condena global, como si todo lo bueno del mundo se terminara el 1 de septiembre, como si la vacación fuera el paraíso y el trabajo el infierno. Y no es así, Y pensar que así es puede llevar a serias equivocaciones. La mejor manera de frustrar unas vacaciones en poner sobre ellas unas expectativas imposibles. Eso, que ahora se lleva mucho, no se por qué, es la receta perfecta para que el tiempo de descanso se convierta en algo bastante más siniestro.

Además, no debemos olvidar nunca que, si uno está de vacaciones, y hace cosas, es porque otros que trabajan permiten que esas cosas sean posibles. Irse a comer a un chiringuito de verano se puede hacer, si se ha ampliado lo necesario la hipoteca para financiarlo, porque en el establecimiento trabajan cocineros, camareros, personal de limpieza, reponedores, y un largo desfile de empleados de todo tipo. Las vacaciones de unos suponen el trabajo de no pocos, y de eso también nos olvidamos (y los de la televisión no caen nunca en ello, faltaría más). Unas vacaciones completas de todo el mundo supondrían el fin de la sociedad tal y como la entendemos, nada funcionaría. Piense en ello cuando vuelva a estar en la playa, mirando a la nada.

lunes, septiembre 01, 2025

Cumbre de autócratas

Aunque la actualidad nacional siga centrada en la gresca política de bajísimo nivel y en la pseudo depresión por la vuelta al trabajo (el que no lo tiene sí posee derecho para agobiarse, el resto somos privilegiados por tener uno al que volver) el mundo por ahí se sigue moviendo, y cada vez lo hace más a la contra de nuestros intereses, y no meramente los de España, que nada pinta, sino los de la UE y eso que llamamos occidente, que comienza a estar bajo presión por parte de naciones que ven una oportunidad de hacerse con el control del mundo. En parte ese movimiento responde a su propia prosperidad, pero también refleja nuestros errores e incompetencias, que de todo hay.

Estos días se está celebrando en Beijing una cumbre de naciones que están asociadas a eso que se denomina el sur global, expresión buenista que esconde un significado bastante más recóndito. En el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái, un foro comercial que reúne a varias naciones del sudeste asiático, Xi Jinping, el mandatario chino, ha recibido con todos los agasajos posibles a Putin, el presidente ruso. El mismo que día tras día ordena atacar Kiev y matar civiles sin frente en Ucrania es agasajado en esta cumbre como un igual, como un socio preferencial de China. Ambos líderes, dictadores de sus naciones, lucen en las imágenes de este encuentro en franca sintonía, aunque se dan menos agasajos entre ellos que los que el desquiciado Trump le ofreció al déspota ruso. Como tipos fríos que son no expresan muchos sentimientos en sus gestos, y el aspecto ligeramente robótico de sus pasos y rostros esconde el placer que sienten al coordinar de manera efectiva sus esfuerzos, economías e ideas de conquista. A este foro ha acudido la India, actualmente el país más poblado del mundo, ya que desde el año pasado superó a China. Entre las dos naciones reúnen a un tercio de la población mundial y algo más de una cuarta parte de su PIB. Las relaciones mutuas siempre han sido malas, por simplificar, con disputas territoriales fronterizas y rivalidades económicas, y por eso ha sido muy comentado que haya sido el propio Modi, el máximo dirigente indio, el que haya acudido a Shanghái y se haya mostrado tan receptivo a las propuestas chinas. La India ha oscilado durante muchos años entre su vinculación con occidente y su pertenencia física al mundo asiático. Cortejada por los gobiernos de EEUU, las interacciones entre ambas naciones han sido intensas, y basta con comprobar el número de CEOs y otros altos ejecutivos de origen indio que se encuentran en las grandes empresas norteamericanas. Cortejar a India ha sido uno de los mantras de toda administración norteamericana, y más a medida que el peso de China no ha dejado de crecer, pero es ahí donde empieza el mandato desequilibrado de Trump, lanzando amenazas y aranceles por doquier. Desde que la Casa Blanca ha comenzado su estrategia de guerra comercial global no son pocas las naciones que están dudando sobre a qué bando apoyar, si se puede usar esta expresión, dadas las formas de EEUU. Y una de las más afectadas es India. Delhi mantiene enormes vínculos tanto con sus vecinos como con occidente, y es uno de los lugares en los que la globalización más ha incidido de cara a la implantación de empresas y cadenas de valor. De hecho Apple y otras multinacionales norteamericanas habían empezado a derivar algunas de sus plantas de producción de China a India, buscando no alimentar más el crecimiento de la nación de Beijing y eludir parte de los aranceles que ya impuso Trump en su primer mandato. Por eso, las últimas decisiones de la Casa Blanca de penalizar tanto a Beijing como a Delhi en el disparate de la guerra comercial ha sido recibida en la India como un golpe bajo, como el comportamiento desquiciado de lo que siempre ha sido un socio comercial y político de primer orden, que ahora decide actuar con una prepotencia nunca vista. Modi, que es un nacionalista hindú por encima de todo, sabe que la prosperidad de su economía es la base sobre la que puede consolidar su poder y que las trabas comerciales suponen, para él mismo, una amenaza.

Por eso, el abrazo que se ha visto este fin de semana entre Xi y Modi es una imagen de un enorme valor global. Con Putin de fondo, es la representación de un eje alternativo, de una internacional autócrata que se organiza, pese a sus diferencias internas, para cooperar entre ellos y movilizar su enorme potencial económico de cara a rediseñar un mundo que se rige por unas normas que ellos no han creado, pero que se les imponen. Lo que se está viendo estos días en Shanghái es la posible creación de un polo global alternativo, que está diseñado para disputar el trono global a occidente. Y en él está Rusia, una nación que tratamos de aislar completamente, pero que, visto lo visto, no está sola para nada.