Ayer un corredor del Movistar resultó herido durante el transcurso de la etapa de la Vuelta a España al caerse por la irrupción de un espontáneo que, bandera palestina en ristre, trató de provocar un parón de todo el grupo principal. Afortunadamente no hubo más implicados en la caída, pero el susto fue monumental, y para el corredor afectado, doloroso. Pudo reincorporarse a la ruta, magullado. En la meta, antes de la llegada de los corredores, se reprodujeron los incidentes y algunas personas fueron detenidas por su actitud violenta. Finalmente, la llegada se produjo sin que hubiera problemas y la etapa acabo con normalidad.
Queda una semana de carrera y se está hablando mucho más de todos estos incidentes que de la propia competición. La presencia de un equipo patrocinado por Israel entre los integrantes del pelotón ha convertido a La Vuelta en el escaparate perfecto para los manifestantes que protestan por las acciones que Israel está desarrollando en Gaza. La presión para que este equipo se retire ha ido creciendo a medida que las protestas ganan fuerza, y el propio equipo ha decidido retirar el nombre de Israel de su equipación para disimularla y así pasar algo desapercibido, pero ha dejado claro que no va a abandonar voluntariamente la carrera. La Vuelta la organiza una entidad privada, que decide, en función de baremos deportivos y de negocio, los equipos que pueden correrla, y aunque se ha especulado con que se han lanzado mensajes al equipo israelí para que se retire, públicamente no ha hecho comunicado alguno. El gobierno, que no decide nada en este caso, ha mostrado su apoyo a la retirada del equipo, pero es una declaración voluntarista. A medida que pasan las etapas y se acerca la conclusión en Madrid, con un final de montaña el sábado y el domingo con el circuito por las calles de la capital, crece la preocupación ante lo que puede ser un acto de boicot completo en un evento que otorga una enorme visibilidad y que, por sus dimensiones físicas, es casi imposible de controlar en todo su recorrido, a pesar de que las fuerzas y cuerpos de seguridad se están empleando a fondo. Todo esto está pasando factura a varios corredores, que se sienten incómodos en medio de un clima de inseguridad creciente. Los serios incidentes que se produjeron en Bilbao, donde el final no pudo disputarse por invasión de la meta por parte de manifestantes, fueron el primer gran aviso del riesgo que corre la competición, y sus integrantes, ante los grupos violentos que pueden tomar el control de un espacio público. El mismo aficionado puede pensárselo dos veces si acudir al evento o no en vista de que las condiciones de seguridad se van deteriorando a medida que pasan los días. Hoy es jornada de descanso, y supongo que de reflexión de todos los organizadores y participantes, ante los días que quedan por delante, con las dos citadas etapas finales en Madrid y una contrarreloj individual en Valladolid que está por ver cómo se va a controlar. No hay ninguna noticia que haga supone que La Vuelta se vaya a cancelar ni nada por el estilo, pero es evidente que todo el mundo desea que acabe cuanto antes, y que en cuanto sea posible la sombra de la actualidad internacional desaparezca de un evento que no tiene nada que ver con la actuación del gobierno israelí. El Tour de Francia se salvó de este tipo de protestas, y eso que en él también corría en aquel caso el equipo de la discordia. Hace unos meses la guerra de Gaza y la crueldad que en ella se vive también se desarrollaba a plena luz del día, pero por lo que fuera en Francia no se vieron protestas al respecto, o no fueron relevantes, y desde luego no causaron incidencia alguna en la carrera. En este sentido La Vuelta ha tenido peor suerte, y o bien la mayor conciencia social de lo que pasa en Gaza o la presencia de alborotadores profesionales de origen local (en el caso de Bilbao es obvio) han sido factores distintivos que están llevando la carrera a una crisis bastante seria. Si el temor a lo que pueda pasar en los arcenes domina a lo que sucede en la carretera la carrera en sí queda bastante en entredicho.
Como siempre, me reitero, nada justifica la violencia. Se puede protestar por lo que se quiera, y lo que está haciendo Israel en Gaza merece todas las críticas posibles, pero la actitud violenta de los manifestantes deslegitima sus actos, siempre. También en este caso. Agredir a corredores, sabotear etapas y recorridos, enfrentarse a la policía, son actos violentos que no deben permitirse nunca, nunca, nunca. La Vuelta determinará lo que quiera respecto a su organización y los estados harán lo mismo, ya veremos si es así, en las competiciones en las que tengan competencias. Lo demás es bronca y malos modos. Y, por cierto, nada útil para aliviar el sufrimiento de los palestinos o para frenar a las tropas de Netanyahu.