viernes, septiembre 12, 2025

Se dispara la violencia política en EEUU

Charlie Kirk apenas era poco conocido en Europa, y apenas en España. En EEUU era una celebridad, un personaje mediático de primer orden nacido en el mundo de las redes sociales, con decenas de millones de seguidores en Tik Tok. Kirk no se dedicaba a los retos virales o a hacer recetas de bizcochos con forma de orquídea, o cosas así, sino al proselitismo político. Era un abanderado de los MAGA, un fiel trumpista, y volcó todas sus dotes de comunicación en la difusión de las ideas de esa ola que mezcla conservadurismo, mesianismo y disparates populistas de una manera que se me hace difícil de entender. Era uno de los más influyentes en ese mundo.

Casado con una exmodelo y con dos hijos, defensor del matrimonio tradicional, la procreación y la sumisión de la mujer, a sus treinta y pocos años llevaba una vida coherente con sus ideas. La cuestión es que lo primero ha desaparecido. Su asesinato, perpetrado en la tarde del miércoles, noche en Europa, por un francotirador, que le disparó un tiro certero en el cuello a unos doscientos metros de distancia en un acto público al aire libre en la universidad de Utah, ha conmocionado a aquel país y ha generado un escalofrío intenso al poner sobre la mesa la violencia política como la forma de resolución de las discrepancias. No se sabe nada del asesino, que sigue siendo buscado, más allá de la juventud que parecen transmitir las pocas imágenes que de él se han captado y que era un tirador de gran calidad. Kirk defendía una ideología que muchos apoyan y otros critican, yo entre ellos, y lo más probable es que su asesino se encuentre entre estos últimos. La decisión de matarle se habrá basado, probablemente, en la intolerancia que el autor del hecho ha ideo desarrollando ante los discursos de Kirk, y el odio que eso le ha ido inculcando. Es de suponer que ambos se encuentran en espectros opuestos, irreconciliables en lo ideológico, y que el asesinato ha sido la última de las alternativas que el perpetrador ha estudiado para acabar con lo que, para él, era insoportable. En fin, es desolador. Este hecho será observado desde el prisma ideológico de manera inevitable, y hay defensores del mismo en las redes que festejan la muerte de Kirk, tantos como otros lo canonizan como un mártir de su causa. Quienes actúan de la primera manera son unos indeseables, quienes hacen lo segundo, unos irracionales. La ideología, las creencias, lo que cada uno pensemos sobre determinados aspectos, religiones y otras muchas cosas son cuestiones secundarias respecto al respeto a la vida del individuo, que debe prevalecer siempre. Asesinar en nombre de una idea es, simplemente, asesinar. Kirk podía ser un activista MAGA, como pudo haber sido un proselitista de lo woke o de cualquier otra ideología, eso es lo de menos, porque fuera cual fuese el caso no hay excusa alguna, no hay excusa alguna, no hay excusa alguna, que justifique su asesinato ni el de nadie. Matar de manera premeditada a alguien es el mayor de los crímenes posibles, porque la exterminación de la persona es lo definitivo, lo que la elimina de este mundo y le cierra el paso al futuro que se sucede instantes después de su muerte. Durante décadas, en el País Vasco, aquí mismo, se ha matado a cientos de personas por presentas creencias ideológicas, por parte de un movimiento totalitario y mafioso que contaba con la comprensión de no pocos y que hoy en día se vende como lo más del progresismo. Y esas cientos de personas asesinadas por el terrorismo etarra no tenían que haber muerto, ninguna, y ninguno de esos crímenes tiene justificación alguna en patrañas como las ideas, el conflicto, los derechos y todas esas argucias que quien asesina construye para tratar de justificar la indignidad del acto que ha cometido. Un asesinato carece de apellidos, es sólo un asesinato.

En EEUU la violencia física es algo bastante más extendido que aquí, y la existencia de armas por todas partes provoca que el número de fallecidos en incidentes con disparos sea atroz. La política allí también ha tenido su buena cantidad de asesinatos, no sólo el de Kennedy, y la polarización creciente que vive la nación hace temer a muchos que sucesos graves, como el asesinato de Kirk, abran brechas irrecuperables y lancen a más de uno a coger las armas como el recurso para imponer sus ideas. El clima político del país se empieza a volver irrespirable y un asesinato como este sólo contribuye a empeorarlo todo.

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