miércoles, septiembre 24, 2025

El disparo de Alliança

Ripoll es una pequeña localidad de Gerona, de unos diez mil habitantes, algo más que Elorrio, en la que el independentismo ha sido una fuerza política dominante desde hace tiempo, como ha sucedido en muchas comarcas interiores de Cataluña. Tras ser gobernado por el PSC, su ayuntamiento pasó a ser regido por formaciones nacionalistas de derechas e izquierdas (es un decir) hasta que Convergencia Junts ganó dos mandatos consecutivos. En las últimas elecciones, las de 2023, la victoria correspondió a Alliança catalana, y se proclamó como alcaldesa Silvia Orriols, la presidenta de ese partido, una formación extremista bastante singular, que a cuenta de este triunfo empezó a ser conocida en todo el país.

El último sondeo electoral publicado por La Vanguardia sobre elecciones autonómicas arroja unos resultados que han dejado asombrados a todos, sobre todo por el papel de Alliança. Se registra una bajada relevante del PSC, que seguiría en primera posición, un debilitamiento de Esquerra, un desplome relevante de Junts y un disparo de Alliança y Vox, con un PP quieto. Vox pasaría de 11 a 16 escaños, superando al PP, pero es que Alliança, que ahora tiene sólo dos escaños, escalaría hasta los diecinueve, convirtiéndose en la cuarta formación del parlamento, en un escenario de fragmentación absoluto en el que lograr pactos de gobierno se antoja casi imposible y que refleja una derechización creciente del electorado catalán. Junts es el gran perjudicado, y Alliança la gran receptora de votantes del sedicioso. Esto ha alarmado a muchos, especialmente en las filas del independentismo a sueldo del fugado, que ve como su poder mengua a pasos acelerados a medida que avanza la legislatura. Frente a ellos está surgiendo una alternativa que les disputa el espacio independentista pero que va mucho más allá en otro tipo de propuestas. Y es que Orriols, la presidenta de Alliança, es una mujer de armas tomar con una mezcla ideológica digna de estudio. Independentista radical, odia a todo lo que no sea catalanismo del duro, negando papel alguno al español como idioma y a lo español como concepto de nación compartida. Es abiertamente xenófoba con todo lo que suene a español, pero en ese sentido su supremacismo es consistente, porque también desprecia la inmigración de otras naciones como algo ajeno. Unida desde el principio a la teoría del gran remplazo, considera a los inmigrantes como impurezas que están pervirtiendo la esencia de lo catalán y que deben ser extirpadas, un discurso tan curo como el que pregona Trump o los mentecatos de Vox. Desde su visión, solo el catalán catalán, que por supuesto ella y los suyos decidirán quién cumple los requisitos para serlo, tiene derecho a residir en Cataluña, y todos los demás deben irse. Este planteamiento se mezcla en su discurso con una defensa de los derechos LGTBI, lo que la diferencia de las posiciones clásicas de la extrema derecha, aunque recalca que el buen catalán debe ser cristiano y católico, por lo que quizá acabe proclamándose papisa de una congregación que se reúne en torno a la cruz pero que es permisiva con las orientaciones sexuales privadas. En materia internacional es abiertamente pro israelí, quizás no tanto por defender las posiciones de Netanyahu como por el odio que tiene hacia lo musulmán, lo que sí le emparenta con las formaciones extremistas del resto de Europa. Todo este mejunje mental, de mucho sectarismo y brocha gorda, recibe el aplauso de los votantes según se refleja en la encuesta, y es probable que este sondeo, como todos los que reflejan el ascenso de una formación de la que no hay datos pasados para comparar, infravalore los resultados finales del partido. Por ahora Alliança es mucho más fuerte en pueblos que en el área de Barcelona, pero el sistema electoral beneficia a las comarcas interiores frente a la gran ciudad para no sesgar al conjunto del territorio por lo que el porcentaje de voto que pueda lograr se traduciría en un resultado en escaños proporcionalmente mayor. Súmenle a eso el efecto de fuga de votos de Junts, que se puede acelerar, y tenemos servida una situación de vértigo.

Más allá de estos números, y del crecimiento de algo tan antisistema como Alliança, en el movimiento del sedicioso están en crisis. Sin poder en la Generalitat siguen extorsionando al gobierno de Sánchez, con la plena colaboración del inquilino de Moncloa, pero eso no se traduce en beneficios en forma de votantes. El fugado Puchi sabe que, o retoma el poder de verdad, o se verá obligado a renunciar al insultante tren de vida que se pega en Bruselas, a cuenta de su falso victimismo. ¿Forzará Junts un adelanto electoral nacional para frenar la sangría y actuar como oposición real? ¿Necesita Junts un gobierno en Moncloa de otro color para hacerse la víctima y competir por el electorado indepe en Cataluña? ¿Hasta dónde pude llegar la locura de Orriols?

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