Ha sido este un fin de semana de lío en el mundo de los aviones, con presencia de algunos donde no debían estar y ausencia de otros que tenían que volar y no han podido hacerlo. El viernes sobre el espacio estonio y ayer sobre el mar Báltico, fueron detectados cazas rusos, en reiterados ejercicios de violación del espacio aéreo de la OTAN. Estonia, al igual que Polonia la semana pasada, invocó al artículo 4 de la OTAN y durante el fin de semana se han organizado patrullas de cazas de países de la Alianza, merodeando por allí para evitar nuevas incursiones no debidas. No está claro qué es lo que pretende Putin con estas acciones. Nada bueno, seguro.
Mientras los cazas rusos hacían de las suyas, el sábado fue un día de caos en el espacio aéreo civil europeo a cuenta de un ciberataque. La empresa atacada, norteamericana, se encarga del software que se emplea en la gestión de los embarques y facturación en varios aeropuertos, entre ellos Bruselas, Berlín y Heathrow. El sistema se cayó por el ataque y durante muchas horas esos aeropuertos tuvieron que cancelar montones de vuelos y operar los pocos que fueron posibles de manera manual. Siendo como son centros muy importantes en el continente, sus problemas se han ido extendiendo como una mancha de aceite a lo largo de toda Europa, ya que aunque otros aeropuertos no estuvieran afectados por la incidencia, por ejemplo, los que gestiona AENA en España, el hecho de que las conexiones con esos centros no funcionasen hacía imposible que vuelos que debían llegar a destino no afectado pudieran retornar. En definitiva, un lío de narices bastante grande, que aún hoy lunes se prolonga, al menos en el aeropuerto de Bruselas. Incomodidades, molestias, costes, desorganización, sensación de vulnerabilidad…. La pregunta que le ha surgido a mucha gente a lo largo del fin de semana es si los dos hechos comentados, las incursiones rusas y el ciberataque, están relacionados, si nos encontramos ante una cadena de actos que han surgido de la misma fuente y que, de manera física y de forma híbrida, han pretendido generar temores en el contienen europeo. En el caso de los cazas, la presencia y voluntad de Rusia es obvia, en el del ciberataque, la situación no es tan clara. Es difícil poder establecer a ciencia cierta el origen de este tipo de acciones porque, entre otras cosas, quienes las realizan son bastante buenos en lo suyo y dedican esfuerzos y trabajo en ocultar su procedencia, accediendo a los sistemas desde servidores pantalla, saltando de uno a otro y creando pistas falsas que puedan esconder su rastro. Es mucho más fácil saber que estamos siendo atacados en la web y descubrir lo que está pasando que quién y cómo se ha producido la incidencia. Muchas veces este tipo de ataques quedan impunes porque no está nada clara la procedencia de los mismos y quiénes han sido realmente sus autores. Por eso es apresurado atribuir a Rusia la culpabilidad de lo sucedido, pero no es ningún disparate, entre otras cosas porque sí ha sido su mano la que ha estado detrás de otras acciones de hackeo desarrolladas por las granjas de bots y activistas que operan desde su país. Es imprudente acusar a un país u organización de un acto de este tipo, porque para ello deben descartarse todas las demás alternativas, y la auditoría que la empresa atacada haga sobre lo sucedido es la condición necesaria para saber exactamente qué es lo que ha pasado y, a partir de ahí, determinar quién lo ha provocado. A veces este tipo de problemas ha surgido por fallos internos del software de la empresa afectada. Recordemos una actualización de Microsoft que dejó tirada a gran parte de la aviación comercial durante horas el año pasado, si no recuerdo mal. En ese caso no hubo una acción ofensiva por parte de un atacante, sino un fallo interno del procedimiento de la empresa informática que generó una caída en sus sistemas. El apagón de abril en España también parecía inicialmente un problema relacionado con ataques, y la realidad ha resultado ser bastante más prosaica. Por eso, no nos precipitemos…..
…pero, ¿y si ha sido Rusia? ¿Y si estamos ante una acción ofensiva de tanteo, como la de acercar los cazas a la frontera y hacerlos traspasarla unos pocos kilómetros? ¿Y si todo es una estrategia que busca ir aumentando los costes y miedos para los europeos occidentales para que rebajen la presión sobre el Kremlin? Algo así como “bueno, si nos seguís sancionando vais a empezar a tener problemas en vuestro elevado nivel de vida y os vamos a complicar la existencia”. Es una posibilidad, creíble, entre otras muchas. Desde luego da que pensar lo que ha pasado, y es necesario saber todo lo posible cuanto antes. Sea lo que sea, la vulnerabilidad europea sigue creciendo.
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