Era de esperar, y por ello ni me acerqué a la zona, cosa que sí he hecho en los años anteriores. Con el ambiente caldeado por la animación, entre otros, del propio presidente del gobierno, y con la esperable pasividad de la delegación, que está controlada por el propio presidente, las manifestaciones pro palestinas acabaron desbordándose y los grupos violentos que se encontraban en ellas tomaron el centro de Madrid e impidieron por completo la finalización de la etapa de la vuelta y el acto protocolario del pódium, con la entrega de premios e himnos. Un espectáculo de violencia se impuso al evento deportivo y dejó una imagen triste.
Ya lo he dicho en muchas ocasiones, y me reiteraré hasta el hartazgo, aunque me temo que me quede sólo en mi opinión. Uno puede manifestarse por lo que quiera, la libertad de expresión implica precisamente eso, pero la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, y tanto derecho tienen los manifestantes que denuncian la actuación del gobierno de Israel como los ciclistas a recorrer una etapa en un evento organizado. Esto, que es tan obvio, genera una enconada discusión por parte de los que, esta vez amparados en la bandera palestina, ayer en cualquier otra cosa y mañana a saber, se creen con el derecho de usurpar las calles atizar la violencia contra el resto de los que se encontraban en la zona del circuito, por no hablar de los heridos registrados entre las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, que hicieron lo que pudieron frente a la movilización que les desbordaba y sabiendo que la autoridad de sus mandos jaleaba a los manifestantes. Se podía haber corrido toda la etapa y que las banderas palestinas, como ha pasado en muchas etapas, fueran las que llenasen los arcenes y las pantallas de televisión, y la protesta hubiera sido efectiva para aquellos que quieren usar la carrera como escaparate para sus reivindicaciones, pero no pasó eso. El evento se suspendió, los ciclistas y sus equipos se vieron atrapados en una encerrona en la que en algún momento peligró su integridad física y la escena que ayer se ofreció al mundo fue la equivocada. La algarada en la que se convirtió la tarde atrapó a no pocos ciudadanos, varios de ellos familias con niños, que acudieron al circuito a ver el paso de los corredores con la ilusión que sólo los críos tienen (y que tristemente los adultos suplimos con cinismo y mala leche) y tuvieron que salir de allí corriendo para que nada de lo que pasaba les supusiera daños. Cargarse La Vuelta, que es lo que ha sucedido, no va a alterar para nada los planes de Netanyahu en Gaza, sólo supone cargarse La Vuelta. Si las cosas fueran así de sencillas muchos de los problemas del mundo se arreglarían. La legitimidad de la protesta de ayer fue perjudicada por los violentos que creen que la calle es suya, y la calle es de todos, lo que significa que todos podemos usarla, utilizarla y hacer de ella un espacio de ocio, disfrute y, sí, también, reivindicación. La organización de la carrera no puede expulsar de la misma al equipo contra el que se dirigen las protestas si las autoridades deportivas internacionales no lo inhabilitan, que es lo que pasó hace unos pocos años con las entidades rusas. No siendo así, la organización del evento carece de derechos para impedir su presencia. Es a las autoridades federativas internacionales, a los estados, a los gobiernos, a los que los manifestantes deben exigir que actúen para que consigan lo menos relevante, la no presencia de un equipo deportivo en un evento internacional que se rige por normas no nacionales que, en este caso, se ha producido en España, y lo relevante, que es que se detenga la guerra de Gaza. Suena tan imposible como es. Resulta curioso, en este sentido, cómo un ente tan entregado a la causa como RTVE, tan sometido al gobierno que ya es un apéndice más, no toma en firme la decisión, tema menor donde los haya, de no participar en la siguiente edición de Eurovisión, cosa en la que tiene toda la potestad para decidir estar presente o no, alegando que Israel sí va a concursar. ¿Qué le importa más a RTVE, su compromiso con la causa palestina o los ingresos que le reporta Eurovisión? Por ahora la respuesta es clara, e indicativa de lo que realmente le mueve.
En fin, durante unos días vamos a tener una bronca política de primera a cuenta del triste espectáculo de ayer, y la sensación de que el gobierno ha encontrado en la desgracia palestina un banderín de enganche para tratar de ocultar sus corruptelas y necedades. Todo es muy patético. Y de mientras, en Gaza, Netanyahu seguirá ordenando arrasar la franja sea cual sea el coste en vidas palestinas, que para nada le importan, mientras Trump le mantenga su apoyo. Lo demás, folclore en las opiniones públicas de países ricos que viven ajenos a la guerra y a sus infames consecuencias. Y los palestinos, entre masacrados y utilizados, muriendo a decenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario