Este fin de semana se ha presentado en Barcelona la plataforma “Ciudadanos de Cataluña”, capitaneada por un buen número de intelectuales que se han revelado frente al dominio que el nacionalismo ejerce en la sociedad catalana. Gente como Boadella, Arcadi Espada (maestro en esto del uso del blog) y muchos otros más han firmado un manifiesto lleno de sensatez y cordura, defendiendo la libertad de expresión plena y denunciando las falacias con las que ese nacionalismo de aldea pretende oprimir (y lo está consiguiendo de hecho) la vitalidad y ansias de desarrollo de Cataluña, imponiendo una versión de la historia que dista mucho de ser la real. Desde aquí les alabo y apoyo plenamente.
Además, esta plataforma significa algo de aire fresco en el mundo político nacional. Yo suelo decir que en España no existe una democracia al uso, sino una partitocracia establecida. Son los partidos, los grupos que los controlan, y sus estructuras, las que imponen las listas electores (cerradas y bloqueadas), las directrices que los Diputados deben decir en el Congreso sin salirse nunca del guión, las posturas oficiales, etc... y se encargan de laminar a la disidencia, término éste que engloba a todo aquel que no piense como el dictado del partido impone. Siempre me ha dado una profunda envidia el parlamento británico, en el que diputados de uno u otro signo cambian de sentido en la votación en función de sus creencias y opiniones, no del partido al que están adscritos, y no pasa nada. Se discute, habla y se obtiene un enriquecimiento mutuo. Aquí no. Los “michelines” en expresión del (afortunadamente) ya retirado Arzallus se deben eliminar, y todos los partidos procuran estar estilizados, casi anoréxicos, que da pena verlos.
Por eso, movimientos de este tipo, comunes en países de democracias más asentadas que la nuestra son una esperanza para todo el país. En estos tiempos en los que lo políticamente correcto es aprobar disposiciones que afirman que todo es nación, que todas las opiniones son respetables (por muy disparatadas que sean) y que todas las actitudes de la sociedad serán reguladas por textos farragosos e intervencionistas como el famoso “estatut” ha llegado el momento en el que la sociedad civil debe opinar, libre, sin corsés de partidos ni de señores que le digan lo que debe hacer por su propio bien, que afirman que no se debe uno meter en política, como se decía en tiempos pasados afortunadamente ya olvidados.......
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