Este pasado Sábado noche, en medio de la lluvia que tanta falta hace y tan poco se prodiga, fui al teatro a ver la obra “El Método Gronholm”, de la que se ha hecho una adaptación al cine que no he visto (por lo que no la voy a comparar, tranquilos..) La obra trata de una extraño proceso de selección de un ejecutivo para una muy importante multinacional (intuyo que inspirada en Ikea, no sólo por los sofás del escenario) entre cuatro candidatos citados en un edificio del Paseo de la Castellana, único decorado de la función, con unas ventanas que me recordaban mucho a Torre Picasso. La obra se sustenta en el magnífico trabajo de los cuatro actores, sin ayuda de focos u otros efectos. Debo decir que salí fascinado de allí, no sólo por el hecho de que me encantó la obra, sino por lo que refleja, las absurdas, surrealistas y, en muchos casos, estúpidas situaciones en las que uno se encuentra en las entrevistas de trabajo, alguna de ellas vividas en propia piel.
Porque claro, uno se enfrenta al trámite de la entrevista, o la selección en grupo, en medio de un nerviosismo total. Sabes que te juegas en un cara y cruz el conseguir un empleo que necesitas y quieres (por eso estás allí, no para hacer tiempo mientras crecen las flores el salón) y en frente tienes un seleccionador – entrevistador, dispuesto a buscarte las cosquillas por todas partes, con derecho a preguntarte cosas que difícilmente responderías a un buen amigo, y con un estilo muchas veces digno de un campo de torturas vietnamita, bordeando la mala educación en demasiadas ocasiones. Y uno, modoso, sin saber como poner las piernas o brazos (porque eso también indica cualidades, claro) está todo el tiempo cuestionándose que hace allí, como contesta a esto, porque si dice A entonces B y claro, el puede deducir C y eso sumado a D y extraída la raíz me resta 0,78 puntos sobre 14, siempre que el paso de B no lleve a E, porque entonces he dicho lo que debía........ y así, con un Excel enorme en tu cabeza haciendo cálculos mentales respondes a preguntas obtusas sin saber al final ni que es A ni C ni H ni casi donde estás.
Yo en las últimas entrevistas que he hecho he respondido lo que yo creía, no he mentido en ninguna y no he interpretado un papel distinto al que se hacer, el mío. Y no ha ido mal del todo, la verdad. Pero eso sí, se trataba de entrevistas individuales. Las pocas experiencias que tengo de reuniones en grupo son desalentadoras, muestran la inquina que puede desarrollar una persona sobre el resto, y parece que eso es lo que más se valora!!!! Uno en esas pruebas llega a ver cosas increíbles, e intenta no hacer tonterías, como ponerse mitras de Obispo o similares, pero al final a veces caes en la tentación, y claro, no te libra nadie del mal.
Ir a ver El Método, y desde aquí, un especial aplauso a Carlos Hipólito y Jorge Roelas. Sois unos genios.
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