Este fin de semana de tres días en Madrid (Lunes festivo) coincide con la llegada a los alrededores de la Tierra de los restos de un cometa que se está desintegrando en su trayectoria cercana del sol. Desprendido en varios fragmentos, pasarán algunos de ellos a una distancia en torno a 10 millones de kilómetros. Parece muy lejos, y de hecho lo es. La Luna, por ejemplo, está a 300.000 kilómetros de distancia solamente, pero en términos astronómicos esos millones de kilómetros no son nada, pasará muy cerca, y con un poco de suerte, cielos despejados ya farolas apagadas se podrá ver algo.
No todo es maravilloso en esto de los cometas. Tradicionales portadores de malos augurios y desgracias varias, últimamente son el blanco (nunca mejor dicho) para escenas sobre el fin del mundo tras estrellarse uno de ellos contra nosotros. Hace años hubo una curiosa coincidencia de películas al respecto (Deep Impact y Armaggedon) y este pasado sábado en Cuatro, en un documental sobre posibles finales del mundo, uno era precisamente la colisión de un meteorito sobre la ciudad de Berlín (hay que señalar que el documental era de al BBC, ya se saben las buenas relaciones históricas entre Alemania y Reino Unido, jeje). Cada año se producen nuevos avistamientos de objetos, y se recuerda que el dinero invertido en una red de seguimiento de los mismos es escaso, y claramente insuficiente para prevenir un posible impacto y actuar contra él. Dudo mucho que nos toque pasar por una experiencia similar. Quizás fuese nuestra última experiencia, pero lamentablemente abundan las cosas sobre la Tierra como para sentirse destruido y frustrado (hambre, guerras, diputados esposados, tripartitos catalanes, etc)
Lo mejor será disfrutar del espectáculo. Un cometa es una estrella fugaz en el cielo, y sería precioso poder verlo a simple vista. Lamentablemente en nuestras ciudades la contaminación luminosa y ambiental han ocultado los cielos. Miramos hacia arriba y sólo vemos polución y reflejos amarillos. Un patrimonio universal, histórico, al alcance de todo el mundo y gratuito se está convirtiendo en un lujo inalcanzable para muchos. Una pena. Habrá que esforzarse, y el que pueda que huya de la ciudad, se instale en un descampado lo más lejos posible del mundanal ruido y a disfrutar de unas imágenes preciosas en unos días que huelen ya a verano.
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