Creo que la imagen del fin de semana, por encima de muchas tragedias y desmanes, es la del Papa Benedicto XVI en Auswitch, el más famoso de los siniestros campos de exterminio nazi. Allí, entrando sólo por el pasillo de acceso a las lápidas conmemorativas, en un lugar de por sí oscuro sin fijarnos en el pasado, su figura, de blanco impoluto, parecía destacar aún más. Arrodillado como lo hizo Juan Pablo III, Ratzinger rezó y pidió perdón por unos pecados, en los que de una manera muy especial él está involucrado, como alemán y miembro en su infancia de las juventudes hitlerianas, como era obligatorio y menester en la época.
Siempre he dicho que si España está acomplejada por su historia, que no debiera, Alemania no saldría nunca del rincón del cuarto oscuro, porque cada medio siglo más o menos sufre un ramalazo de autoritarismo, salvapatrias y deseos de expansión que tienden a destruirlo todo. El último (el nazi) fue especialmente fogoso y mortal. Ah habido muchos regímenes destructivos en la historia, asesinos y oscuros. Sin ir más lejos, en el siglo XX más gente mató Stalin y el comunismo, y en Ruanda se produjo una carnicería espantosa en un tiempo record con el simple uso de machetes, pero sin duda el régimen nazi representa la apoteosis de la muerte industrial, la eliminación planificada, el uso de la mayor y mejor capacidad de raciocinio e inteligencia con un fin perverso a más no poder. La apoteosis de la muerte industrial, la “Suply Chain” óptima de la eliminación. El mal perfecto. Y eso lo hace aún más repulsivo si cabe, ya que demostró que la cultura, el estudio y el desarrollo intelectual no son vacunas contra al barbarie. Es más, a veces la espolean, la refinan y la hacen aún más cruel y perversas.
He leído mucho sobre el tema, me apasiona semejante pozo oscuro, como la humanidad pudo caer en una locura así, aunque viendo como hoy en día hay gente similar en muchos lados me descorazona ver que no hemos aprendido demasiado. Me gustaría visitar Auswitch, ver el corazón de lo que fue el infierno en la tierra, y preguntarme, como lo hizo Benedicto XVI (mostrando un enrome valor y coraje moral) Dónde estaba Dios cuando eso pasaba, Cómo pudo permitirlo, Por qué. Yo no tengo la respuesta, no se si el Papa la sabrá, pero dichas por él son preguntas que alcanzan la trascendencia. Ratzinger ya tiene su hueco en los anales de la iglesia, y se lo ha ganado por aunar coraje y debilidad.
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