lunes, mayo 29, 2006

Descubriendo lo escondido

Este pasado sábado por la mañana, bajo un sol justiciero, y en inmejorable compañía, estuve en una visita guiada por algunos de los palacios de Madrid. Comenté antes de ir que probablemente no nos iban a dejar sacar fotos de los interiores, y así fue.... porque no entramos en ninguno!! Era una visita comentada sobre los edificios y, salvo por la ausencia de ojos rasgados, debíamos tener el mismo aspecto que el típico grupo de japoneses llevados por el guía de puerta en puerta y cuadro en cuadro. La guía, por cierto, sabía de lo que hablaba pero tenía una voz y un físico enfermizamente débiles, pagados, casi inexistentes.

El paseo fue interesante, pero me llamó la atención un comentario de una persona que dijo que pasaba casi todos los días por allí pero que nunca se había fijado en lo que tenía delante. Ni en esos edificios ni en detalles de la vegetación ni en nada. Y eso me hizo pensar en el hecho de que las prisas que nos rodean habitualmente no sólo son malas para nosotros porque nos generan estrés, ansiedad y otros males físicos, sino que también nos perjudican porque nos limitan, nos impiden apreciar donde estamos. En los viajes de hoy en día se corre mucho (una vez pasado el obligatorio atasco de la operación salida / retorno) para llegar a no se donde, y se atraviesan pueblos, parajes y paisajes que puede que no volvamos a ver, que ni apreciamos y que siempre están allí, desconocidos para nuestros ojos, ávidos de velocidad y prisa peor necesitados de sosiego y belleza.

Los peregrinos que iban a Santiago de Compostela hacían el camino. Su destino era importante, pero aún más lo era el camino que les llevaba a él. Se encontraban a si mismos a lo largo de los miles de pasos que daban, y la Catedral era el final, la guinda de un pastel precioso, enorme. Machado lo reflejó muy bien en sus poesías sobre el caminante y el camino. A ver si poco a poco, empezando por mi mismo, vamos aprendiendo de lo que vemos en los caminos, fijándonos en la belleza escondida que nos rodea, nos sorprende y nos hace más felices de lo que pensamos.

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