Aprovechando una despedida de soltero, este puente largo, de cuatro días en Madrid, he estado en el sur de Francia haciendo “raffting”. Qué mejor ocasión para asaltar Francia que el puente del 2 de Mayo, verdad?. Aunque sin esa intención, allí nos lanzamos y estuvimos dos días en la parte sur del país, en el río Errobi, a su paso por Bidarrain, entre Anglet y San Juan de Luz. A parte de que ha sido muy divertido, me ha servido de pequeña muestra de cómo es Francia, y de algunas cosas que dan envidia y otras que no tanto. El pueblo donde se aposentaba el embarcadero era más bien escaso, unas pocas casas desordenadas, pero suficiente para hacerse una primera impresión.
Orden. Si una palabra lo resume todo es orden. Pese a que esas cuatro casas estaban desordenadas en su ubicación, todo parecía estar recortado y sujeto de manera precisa. Los setos, aceras, rosales naturales en los arcenes, puentes viejos y nuevos y demás lucían esplendorosos. Hasta los ramilletes de flores que surgían de los desconchados de las casas parecían estar rasurados con un diseño muy estudiado. El silencio, sólo perturbado por muchísimos coches de alta gama era casi total, y la ausencia de personas por la calle absoluta. Allí sólo había coches y nosotros. Nadie más usaba las piernas que se viese, y le daba al lugar una aire muy desangelado. Frente a la sana costumbre hispánica de pasear por la calle o tomarse un café en la terraza, nosotros éramos los únicos ocupantes de las varias mesitas que había en la calle, sintiéndonos como unos profanadores de aquel recinto, lleno de silencio y quietud. El río, los arcenes de las carreteras, todo estaba ausente de plásticos, latas, cristales y demás.
Ayer cuando volvía en autobús desde Bilbao eché algún vistazo a los arcenes de la Autopista y Nacional 1 entre página y página de otro maravillosos libro de Paul Auster (qué hago yo aquí escribiendo habiendo genios como él) y la verdad es que el panorama era desolador. Desde la salida de Bilbao el muestrario de bolsas de la compra y de basura era ingente. Ya una vez José Luís Gutiérrez dijo que, visto desde el aire del “Tour” Francia parecía un enorme jardín de lo cuidado que estaba, y es cierto, y como contrasta con nuestro maltratado suelo y campo, muy habitado, sí, pero muy dejado de la mano.
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