jueves, mayo 25, 2006

Pedradas al futuro

Las tiendas de “Todo a Cien” se han transformado en estos últimos años en una especie de bazar chino, no tanto porque vendan pagodas y figuritas para hacer juego en la decoración de esos restaurantes, que también, sino porque son regentados en su mayoría por esos asiáticos, y venden productos fabricados allí a precios irrisorios y de todo tipo. Antes esas tiendas servían para comprar papel de regalo y cosas poco útiles, en general. Ahora hay de todo, a todas horas, de escasa calidad normalmente, y sin garantías de cambio una vez comprado, pago con tarjeta y cosas similares, ya de uso corriente en todos los comercios, pero accesible para gente sin demasiados ingresos.

Pues bien, en Elorrio van a abrir una tienda de este tipo, en la calle San Juan, en el antiguo local de ropa de Eroski, posteriormente cristalería, pero no diré que funciona hasta que lo vea, porque ya antes de inaugurarlo han apedreado los cristales del escaparate y la puerta de acceso, y luce con el aire de típica sucursal bancaria tras una noche de “kale borroka”. Definitivamente la tienda china ya se ha instalado en el paisaje local.... Intuyo que los apedreadores lo han hecho para evitar que una competencia dura, sin horarios ni límites crezca a sus anchas. Como reacción instintiva tiene lógica, pero no deja de ser una actitud irracional, pacata y muy triste, porque lo que se debe hacer cuando alguien te hace la competencia no es quemarle el negocio, no, sino ponerse las pilas, hacerlo mejor, trabajar más y ver que es lo que ocurre. Las fabricas del pueblo ya se enfrentan a los bazares chinos de fundición, que, obviamente, no pueden ser quemados, y como no se espabilen dejarán el pueblo lleno de solares vacíos en unos años, pero la renuncia a competir y la rabieta infantil sólo son síntoma del fracaso.

Cuando estaba el sábado viendo los cristales rotos me entró bastante pena, la verdad. Era una imagen lamentable. Con independencia de lo que se piense de esos negocios, no dejaba de preguntarme en qué pensarán los dueños del negocio, venidos de no se sabe donde, al ver cómo son recibidos en ese pueblo tan bonito y, al parecer, tan cerrado e intransigente. Vinieron a mi mente las típicas imágenes de las películas de mafiosos en las que el capo controla los negocios del barrio y nadie puede ni sacar un puesto de fruta a la calle sin su permiso, o las de aquellos que en el siglo XIX quemaban máquinas porque les quitaban el trabajo, luchando contra el destino. Escenas de película de malos muy cerca de casa... demasiado.

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