Ayer tuvo lugar la primera sesión del debate sobre el estado de la nación. Zapatero y Rajoy se vieron las caras, se dijeron muchas cosas, uno lo pintó todo muy bien, el otro todo muy mal y se fueron. Fue un debate más flojo que otros años, sin grandes argumentos ni discursos, y con un triste pacto mutuo para no hablar de la tregua de ETA. Pues vaya estado de la nación si lo más importante ni se menciona. Por el lado positivo se habló mucho de inmigración y seguridad ciudadana, problemas crecientes sin aparente control, pero fue una sesión inferior a la de años anteriores. No gano ninguno, y quizás perdieron los dos.
Quién se llevó el protagonismo fue Manuel Marín, presidente de la cámara. Pobre Marín. Tras muchos años en la Unión Europea, en el retiro de Bruselas, rodeado de diputados y funcionarios europeos civilizados, corteses, con ideas y argumentos, que respetan las intervenciones, acostumbrados a las rigideces formales y demás le mandan a España a una jaula de fieras bastante poco educadas, en las que el argumento y el discurso consiste en leer sin ritmo ni entonación discursos vacíos, plúmbeos y alambicados, diseñados por gabinetes de imagen que buscan el matiz y no el contenido. Cuando el PSOE anunció que traía a Marín a la política española me lo imaginaba yo como Ministro de Asuntos Exteriores, dada su enorme experiencia en la materia, pero le han dado un destino muy malo, en el que es necesaria mucha paciencia, mano izquierda y una visión puramente hispánica de las normas. Anda el hombre luchando con todos los grupos (incluido el socialista) para reformar el reglamento, pero me parece un intento quijotesco dado el panorama político e intelectual que nos rige.
La verdad es que cada vez que se repite este debate no puedo dejar de acordarme del gran programa que Luís del Olmo emitía en la radio, de igual nombre, en los ochenta y noventa. Aquello si que congregaba masas y despertaba pasiones. Oírle a Coll, Mingote, Chumy Chúmez, Ussia, y demás era muy divertido, pero especialmente era un espectáculo caótico y delirante el siempre recordado Luís Sánchez Pollack, Tip, que con una imaginación desbordante y mordaz a más no poder lograba que uno no pudiese dejar de reírse. Casi la antítesis de lo vivido ayer. Cómo te echamos de menos, Tip, como te añoramos.......
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