viernes, mayo 19, 2006

El calor

Ya ha llegado el calor. Como anticipo al verano que se nos echa encima desde que cierta cadena comercial, que ni es inglesa ni da el corte, nos lo anuncia, y sin valor para contrariar a marca tan poderosa, el termómetro se ha dado una excursión por las zonas altas de la tabla y esta semana hemos tenido un anticipo de lo que vana a ser los meses de Julio y Agosto. No sólo de día, la noche del Miércoles 17 al Jueves 18 fue especialmente cálida, pegajosa y somnolienta. Fue de esas denominadas tropicales, cuando no se baja de los 20 grados, y tu ira por no poder dormir tampoco deja de crecer.

Me gusta el calor. Sí, sí, me gusta, estoy más a gusto a 30 que a 10. A mucha gente que conozco le pasa lo contrario, si bien es cierto que donde nací no es habitual llegar a las temperaturas que se alcanzan en Madrid y la gente está desacostumbrada al calor intenso, aunque estos días han tenido ración extra. Es un lujo pasear en manga corta y pantalones holgados, incluso cortos, sin preocuparse de nada. De hecho somos afortunados porque tenemos casa y recursos abundantes, pero si fuésemos pobres, que viviésemos en la calle y mendigáramos por las aceras preferiríamos, sin duda alguna, el verano al invierno, porque se muere mucha más gente de frío que de calor. La imagen de mendigos en Rusia o en Europa Central o en la Costa Este de EE.UU. en invierno es desoladora, en medio de ventiscas de nieve y termómetros que parecen desear solidificarse es horrorosa. No me gustaría estar en su pellejo, porque, no nos engañemos, la nieve es muy bonita para pisarla unas horas y verla durante días al otro lado del cristal, con al calefacción puesta y un café caliente en al mano.

El calor no sólo permite disfrutar del aire libre, sino que nos permite bañarnos. Recuerdo especialmente, ente los muchos baños vividos, uno hace tres veranos, en Mérida, en el embalse romano de Proserpina, tras una visita a la ciudad con unos amigos, bajo el típico sol extremeño. Salimos de la ciudad y fuimos a dicho embalse, que nos habían recomendado, y fue una experiencia preciosa. Un lugar bello, solitario, tranquilo a más no poder, con algo más de 30 grados a las 19:00, y metidos en un agua cristalina y plácida. ¡Qué sabios eran los romanos!...... que bello es el verano.

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