Ayer por la tarde, mañana en EE.UU, se produjo un nuevo asalto a un colegio por parte de un aparente perturbado, esta vez con el horrible saldo de cuatro niñas muerta y el suicidio posterior del asesino. Sigo diciendo que todos estos problemas se solucionarían si el individuo maligno se suicidase primero y luego intentara hacer cualquier tipo de fechoría, pero no parece que esa vaya a ser la secuencia de acontecimientos futuros en otras situaciones similares. Con este son tres los sucesos similares sucedidos en EE.UU esta última semana. Dada la tendencia que tiene nuestro sistema escolar a copiar lo malo del americano, y no lo bueno, miedo me da pensar que vivo cerca de un colegio, y que los patios de recreos se conviertan en patios de armas o carcelarios.
Pero este tipo de noticias sólo llegan a ser eso, noticias, cuando el número de muertos es muy elevado, como en el caso del instituto Columbine, de Colorado, acaecida en abril de 1999, con el balance de 12 muertos, un profesor entre ellos, y el suicidio de la pareja de autores. Esta tragedia catapultó a la fama a Michael Moore, dado que su documental Bowling for Columbine” fue visto por todos como un alegato en contra de la proliferación de las armas en EE.UU. En mi primer viaje al imperio, en 1999, cuando pude subir a las torres gemelas del WTC, tuve la ocasión, y no la desaproveché de entrar en una armería, negocio que es imposible de ver por aquí, por motivos obvios. La verdad es que es un espectáculo difícil de definir. No sólo porque las armas de fuego dan más miedo viéndolas en realidad (al menos eso me provocó a mi su contemplación) sino por la enorme variedad de artilugios mortíferos que existen y su precio, no muy desalentador. Fue allí donde vi por primera vez un rifle de asalto AK47, el mítico Kalashnikov, que podías comprar si eras nacional americano y tenías una serie de permisos, que en todo caso me parecieron muy inferiores a los que te solicitan en España para tener una escopeta de perdigones o una carabina de feria. Por lo tanto, para el ciudadano medio es muy fácil hacerse con un arma y, llegado el caso, dirimir sus problemas a golpe de fusil o Colt 45. En la oscarizada película de Crash se puede ver en una escena como para los extranjeros, en este caso un iraní para mas inri, el acceso a las armas allí es relativamente fácil, y eso multiplica los riesgos de desastre, como se ve en los colegios y otros lugares.
En el caso de la matanza de ayer se añade el hecho de que se ha perpetrado contra la comunidad Amish, ese grupo de personas aisladas en Pennsilvanya que siguen viviendo en el siglo XVIII, sin electricidad, sin adelantos, y aplicando una visión de al Biblia rigorista y tajante que movería al respeto si no fuera por el anacronismo que desprende su estilo de vida y la evidente pobreza que obtienen como resultado de su renuncia a los bienes del progreso. Cuatro niñas Amish han sido asesinadas por un extraño individuo, que alega venganza de un hecho de su infancia. Pena que Truman Capote no exista, porque podría escribir una segunda parte de “A sangre fría “ en un entorno teñido de carros, cofias y escenas de la antigua Europa, en medio de la violencia sin sentido del siglo XXi de una sociedad, la norteamericana, que debiera empezar a pensar en hacer algo para evitar todas estas salvajadas.
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