Menuda historia la de Ana María Ríos, la turista española que, en su viaje de novios a Cancún, ha acabado con sus huesos en la cárcel debido al hallazgo de un aserie de cartuchos y detonadores en su equipaje. Lo que se prometía la vuelta de una idílica luna de miel se ha convertido en una especie de pesadilla real en la que la chica ha salido en todas las televisiones, cada vez más pálida y ojerosa, entrando y saliendo de juzgados que desconocía, y testificando ante jueces extraños y con graves amenazas. Me temo que para ella, su marido y todas su familia y vecinos de su pueblo, este va a ser una viaje inolvidable, pero en el oscuro sentido del término.
Cuando uno va al aeropuerto siempre le preguntan, por rutina, si algún desconocido le ha introducido algo extraño en el equipaje, y con una rutina aún más pasiva, siempre se responde que no. Pero los casos en los que esto se produce, y alguien cuela cosas en las maletas de otros, son más comunes de lo que se pudiera pensar. De hecho, a cuenta de este caso ha trascendido que hace tres meses, también en Cancún, una periodista argentina fue descubierta con droga en su equipaje. Finalmente se demostró que no era de ella, y que todo era por uno de esos graciosos introductores, pero estuvo varias semanas en la cárcel hasta que se pudo comprobar su versión de la historia. La sensación de congoja que te puede entrar es enorme, y más teniendo en cuenta que no está sen tu país, en tu mundo conocido. Al menos Ana María ha tenido la suerte de que ha sido en Méjico y que hablan castellano, pero supongamos que algo así le sucede a uno de nosotros en, por ejemplo, Rusia, cuyo idioma es casi un desconocido, o aún peor, en un país asiático de esos en los que por mascar chicle te mandan a la cárcel y por cosas como la de nuestra turista te pueden encarcelar en lugares hediondos y pestilentes, en los que no entiendes nada y de los que a saber cuando y como saldrás. Para esas situaciones están los diplomáticos de tu país allí, pero la hipótesis es mareante.
Si a esto le sumamos el hecho de que van a empezar a hacer controles antidopaje a las tripulaciones de los aviones, para detectar en ellos sustancias ilegales o nocivas, sólo falta que alguien con turbante se ponga a hacer campaña a favor de las líneas aéreas para que la intranquilidad general se extienda. A este paso va a ser de valientes ir a un aeropuerto, sacarse la tarjeta de embarque, facturar, pasar el control, despegar y repetir el proceso inverso en destino. Si yo tuviese una aerolínea empezaría a gastar mucho dinero en publicidad para compensar estos palos que, día sí y día también, dan las noticias a los pobres aviones. Con razón se retrasan als entregas del Airbus 380, le da miedo pasar el control hasta a él, que a saber que podrá tener en sus enormes bodegas...
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