Afortunadamente no ha sido más que un susto, pero seguro que al fotógrafo Emilio Morenatti le va a costar mucho olvidar el día que ha permanecido secuestrado en la Franja de Gaza, uno de los polvorines más peligrosos del mundo. Ayer por la noche fue liberado de sus captores, al parecer delincuentes comunes, tras varias gestiones diplomáticas de los gobiernos español y palestino, y ahora ya podrá descansar, aunque esta gente suele tener el veneno de la profesión en las venas, y seguro que ansía volver a la zona para seguir retratando lo que ve, para hacérnoslo sentir más próximo.
Esto ha coincidido con un encuentro que he mantenido en el trabajo con unas traductoras “freelance” a cuenta de una visita que hemos tenido por parte de uno representantes de Bruselas, y pude hablar un poco con ellas sobre como llevan eso del trabajo por cuenta muy propia, lo de no tener contrato, e ir de sitio en sitio en la búsqueda de ingresos. Es muy duro, pero puede llegar a ser muy gratificante, dado que puedes conseguir elevados ingresos y, sobre todo, logras trabajar en aquello en lo que deseas. En profesiones como la de periodista se dan todos los extremos del abanico. Profesionales reconocidos, bien pagados, con prestigio, que no tienen problema alguno para trabajar y que dan prestigio al gremio, junto a cientos, miles quizás, de empleados que subsisten a base de crónicas sueltas, artículos mal pagados y colaboraciones esporádicas en determinado suplemento o en alguna entrevista dispersa. Eso sin mencionar el apasionante mundo de los corresponsales de guerra, seres indómitos, en su mayor parte locos de atar, vistos desde la perspectiva de un ciudadano de la calle, que corren hacia el riesgo, al aventura (y a veces la muerte) sin que la empresa les ponga un mísero chaleco antibalas. Como ejemplos cercanos a nuestra memoria, en la pasada guerra de Irak murieron dos periodistas españoles (Julio Anguita Parrado de EL MUNDO y José Couso de Tele5) y su imagen fue convenientemente explotada por sus respectivos medios, sin que antes de su muerte hubiesen hecho el suficiente esfuerzo como para protegerles o, al menos, dotarles de medios para afrontar una guerra en condiciones mínimas (Couso trabajaba para una productora dependientes de Tele5 con un contrato en obra sin muchas coberturas en temas de seguros, por ejemplo).
Este es quizás, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan estos profesionales, y todos aquellos que están siendo contratados como autónomos de manera dolosa, para evitar que la empresa cargue con las costas sociales, que cada vez son más. Trabajan para una entidad pero no pertenecen a ella. Sufren sus desventajas de horarios, presión, carga de trabajo, etc, pero no sus ventajas como empleados de “la casa”, y esto puede generar agravantes, malos entendidos y una situación de incomodidad evidente. Al menos, en el caso de las traductoras que vinieron aquí, fueron tratadas muy bien y demostraron una competencia sumamente elevada, así que sirva este ejemplo como buena práctica en medio de la anterior zozobra descrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario