La Ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, es uno de esos cargos públicos que, a menos que haga declaraciones rupturistas difícilmente saldrá en los medios de comunicación. No es el Ministerio del Interior, o el de Economía, o el de Famosos y Cotilleo, del que todo el día se habla. Algo hay que decir, y ayer lanzó al propuesta de penalizar el consumo excesivo de agua, gravando el consumo que exceda los 60 litro por persona y día. Ha habido reacciones para todos los gustos pero, a excepción de la cifra de corte, que se me antoja escasa, tampoco me parece una manal propuesta para estos tiempos de sequía. Pero eso sí, de hacerlo se debiera llevar a cabo para todo el mundo, no solo para los sufridos urbanitas.
Un ejemplo evidente de mala gestión del agua es mi comunidad de vecinos en Madrid. Los 20 pisos que la formamos no tenemos contadores individuales de agua, sino que sólo existe uno, para el conjunto de la comunidad. En al cuota mensual de la comunidad se incluye un gasto de agua igual para todo el mundo, y al final de año se hace el balance entre lo recaudado y lo consumido. Si hay déficit, el exceso se divide entre el número de vecinos y todos pagaríamos el sobrecoste “a escote”. Si hay superávit, este se reparte de manera igualitaria entre todos. Es como si fuera un especie de tarifa plana de agua, y lógicamente el incentivo al ahorro para cada uno de los vecinos es nulo, dado que el agua que yo no consuma l usará mi vecino al mismo coste. En este caso no sólo se da un precio barato por el recurso, en mi opinión, sino una clara desidia en la gestión. Si se instalasen contadores individuales y cada uno pagara su consumo éste se vería reducido de una manera sustancial, seguro. También habría que preguntarse si ese impuesto que plantea el Ministerio lo van a pagar los agricultores, o las empresas, dado que en torno a un 70% del consumo de agua en España (no recuerdo la cifra con precisión, pero por ahí anda) está en manos de la agricultura, un 15% en la industria y sólo el 15% restante es consumo urbano. Cuando uno atraviesa Castilla y ve esos enormes canales de regadío, destinados en muchos casos a inundar planicies resecas para cultivar especies que, con el clima local, son inviables, se pregunta hasta que punto se puede permitir seguir con esa política.
Todo esto ha coincidido en el tiempo con el anuncio hecho por Tony Blair de las desastrosas consecuencias que puede tener el llamado cambio climático para todos nosotros, incidiendo esta vez en el aspecto económico, porque los bolsillos duelen más que las conciencias. De todos es sabido que soy un escéptico en esto del cambio climático, pero en países como España, donde no es lógico prever que vaya a llover más, si cada vez se consume más agua quedará menos (no hace falta ser un genio para deducirlo) por lo que, Cristina, interesante anuncio, aunque hecho de una manera algo precipitada e irreflexiva. Pero la idea en sí, un poco más madura, puede ser útil para evitar despilfarros. A ver si ahora alguien se sienta y se lo piensa en serio en el Ministerio.
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