El que venga gente a visitarte siempre es de agradecer. Pasas un buen rato, te diviertes, haces algunas excursiones y, sobre todo, compartes momentos, vivencias, ideas y pensamientos. Este fin de semana he tenido una buena dosis de todo eso, gracias a unos amigos que han venido de Elorrio a visitarme a mi y a otra pareja, fruto de esa fusión País Vasco – Madrid que tan buenos resultados suele dar. Hemos hecho bastantes cosas y sería algo presuntuoso por mi parte resumirlas, y contarlas en público, pero dos de ellas si que son reseñables y, en cierto modo, comparten algo en lo más profundo.
El Sábado por la mañana fuimos a Mejorada del Campo a ver al Catedral que, con sus manos, está levantando Justo Gallego, famoso desde el anuncio de Aquarius. No tratar de describirla, porque no podría. Me resultó fascinante. Es un extraño monumento a la locura, a la FE con mayúsculas y a la abnegación, porque parece imposible que se pueda hacer algo tan grande, tan complejo, tan bonito, tan de sueño partiendo de la nada, y sin nada, y todo por amor a Dios, sin pensar en el dinero, el coste o la rentabilidad. Desde luego es algo que merece la pena ver, e induce a mucha reflexión. Tras muchas otras cosas, estuvimos por la noche jugando al Monopoly, juego que si no recuerdo mal hacía décadas que no tocaba. La partida fue emocionante y duró hasta más de las 3 de la mañana, en medio de un torrente especulativo de compras y ventas que parecía la Bolsa estas últimas semanas, y eso que empezamos modositos, suaves y con poca fuerza, pero el dinero lo corroe todo, aunque sea de papel, falso como los duros de chocolate. Eso sí, nos lo pasamos en grande y nos divertimos mucho. Seguro que ahora alguien se preguntará ¿Y que tiene que ver una partida de Monopoly con lo de Justo? Porque encima el Monopoly era de Bilbao, ni de Madrid, ni mejorada ni Nueva York, de Bilbao.
Al salir de al catedral de Justo uno de mis amigos comentó que había oído a unos turistas decir que era una pena que, teniendo la familia un terreno como ese en medio del pueblo, Justo hubiera construido eso, en vez de venderlo para hacer pisos y así forrarse. En medio de aquel ambiente catedralicio casi deseé que volviera la Inquisición para juzgar como se merecía a aquellos blasfemos. No por el hecho religioso, no, sino porque esos individuos, como muchos otros, casi la mayoría, piensan que la vida es un Monopoly donde todo se compra, se vende, y tiene un precio. Quizás sea así, pero el edificio y la voluntad de Justo demuestran que no tiene porque, que hay excepciones, y ante ese ejemplo, bajo las bóvedas de aquella mole, esos turistas no vieron nada, estaban ciegos. Qué suerte tengo de tener unos amigos tan distintos...
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