La caída de una viga de más de cien toneladas por un accidente de construcción de una variante obligó ayer a suspender el servicio de AVE desde Madrid, tanto los que parten rumbo a Sevilla como a Toledo. Aparatoso y difícil, el desmontaje de la viga llevó todo el día, y luego hubo que sustituir raíles y catenarias aplastadas como si fueran de papel por el mastodonte de hormigón. Es la segunda vez que se suspende el AVE desde 1992, fecha de su inauguración, y la primera fue en 2004 por la detección de un explosivo colocado a no muchos kilómetros de Madrid por el comando islamista autor del 11M. En definitiva, que el AVE funciona tan bien que es noticia que no lo haga.
Y claro, los pasajeros que tenían previsto viajar ayer se encontraron con una sorpresa enorme. Nunca se les hubiese ocurrido que el tren más moderno y eficiente de España no les iba a servir de nada. Tanto en Atocha Madrid como en Santa Justa Sevilla las imágenes eran de resignación, casi con formato de aeropuerto. ¿Y cómo afronta uno la espera en estos casos? Básicamente hay dos grupos de personas. Están por un lado los que podríamos denominar resignados, entre los que me incluyo, que mejor o peor aceptan la situación como algo irremediable, y se sientan y esperan, dado que es lo único que puedes hacer. El otro gran grupo es el de los irascibles. Gente que o bien ya estaba nerviosa de antes, o esto les ha reventado o ha sido la gota que ha colmado su particular vaso y, de una manera más o menos escandalosa, empiezan a gesticular y a dar voces, que tienden a ser más ruidosas y molestas a medida que pasa el tiempo. El primer grupo de personas tiene que soportar ya no sólo el retraso y la incomodidad de la espera, sino la bronca o tumulto que pueda empezar a formarse. La paciencia se acaba y algunos de los tranquilos se irritan y se unen al segundo grupo, y se genera una especie de bucle que, a medida que la espera se alarga, y al condiciones se complican, contribuyen a engrosar el grupo irascible y a que los pacientes desertores aumenten. Ese es el momento en el que alguien del personal del lugar en el que se espera sale a la palestra para intentar sofocar el problema, y normalmente, como a él no le han informado de nada, nada puede hacer. Y así pasan horas y horas......
Lo más parecido a lo que he dicho aquí lo viví yo en Barajas hace ya algunos años, gracias a Iberia, y a un vuelo Madrid Bilbao programado a las 15:30 de un viernes que acabó saliendo a las 21:30, y contentos de que aún era viernes. En ese caso el trato del personal de información de Iberia fue lamentable, y las pobres encargadas de los mostradores de facturación acogieron como pudieron la bronca del grupo de iracundos, en el que no estábamos todos, pero que ya había adquirido todo nuestro apoyo y solidaridad. La verdad es que fue una tarde bastante desagradable, donde casi nada funcionó y pude ver en demasiadas ocasiones lo mal educada, soez y violenta que se puede volver una persona... y en ese caso no había ni vigas de hormigón!!!!!!
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