Extraño el secuestro de un avión sucedido ayer. Un solo secuestrador, de origen marroquí, pretendía desviar el avión hasta Francia, pero el aparato no tenía suficiente combustible, por lo que acabó en su destino original, el aeropuerto Gando, en Gran Canaria. Parece que los pasajeros se abalanzaron contra el secuestrador y, emulando a los héroes de United 93, pero esta vez con éxito, lograron reducirlo, desarmarlo y librase de la pesadilla. Se ve que en el aeropuerto de origen no había muchos controles, y ¿cuál era el origen del avión?.... un país llamado Mauritania.
Esta semana ha sido, entre otras cosas, la del estrellato de Mauritania, sus autoridades y nuestras relaciones internacionales a cuneta de los lamentables episodios en torno al barco Marine I, que si tuviera palos, velas y cabos aún recordaría más al barco negrero de esclavos que es. Ya la semana pasada se avistó el citado barco patera rumbo a España, y las autoridades de Salvamento Marítimo, viendo su estado, intentaron que atracase en un puerto de la costa africana para mayor seguridad de sus ocupantes. El destino más cercano era la costa mauritana, y el gobierno echo mano del acuerdo firmado con dicho país para que las autoridades africanas se hicieran cargo de la situación. El pasado Viernes (hace una semana) la vicepresidenta segunda del gobierno anunciaba, tras el Consejo de Ministros, que el barco estaba entrando en un puerto, refugio seguro. Ese hecho no se produjo hasta el Lunes 12, tres días después, y a lo largo de la semana hemos asistido al lamentable espectáculo de ver como los efectivos de la policía española enviados para asegurar a los infortunados viajeros eran maltratados, ninguneados y toreados por parte de las autoridades mauritana, cuyo único fin en esta historia ha sido aprovecharse del gobierno español y de la desgracia de estos refugiados para sacar la mayor cantidad de dinero posible. Parece que en esta historia los mauritanos, cuyo gobierno, no lo olvidemos, es una junta militar dictatorial, interpretan el papel de recaudadores de impuestos, o de comerciantes de esclavos, de esos que en las películas miran las mandíbulas de sus presas y se quedan con el dinero a cambio de la entrega del desdichado. Huelga decir que la única opción del gobierno español ha sido pagar, pagar y pagar, y olvidarse de unos acuerdos firmados por parte de unos individuos que no merecen crédito ni respetabilidad alguna.
¿Por qué pasa esto? Principalmente por dos razones. Una porque todo el mundo intenta sacar tajada de la desgracia ajena, y en esto países como Marruecos, Mauritania, Guinea, etc son expertos, empezando por ejercer semejante papel sobre su paupérrima y desdichada población. Y otra causa importante es que España es un país de gente más o menos buena, que se siente mal cuando ve que unos desdichados se mueren en el mar, y los recoge e impide que eso ocurra. Parece que ni a los gobiernos africanos ni a la Unión Europea le importe mucho que alguien se ahogue en su pobreza en el Atlántico, pero, afortunadamente, la sociedad española se conmueve ante esta desgracia. Y claro, los aprovechados de turno se hacen de oro con nuestro samaritanismo, y no deja de ser vergonzoso que un dictador cutre y miserable se ría en nuestras narices a costa de un grupo de parias.
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