Un poco de noticias locales, ya que he estado el fin de semana en el norte. Comentaba este pasado jueves El Correo que se va a tirar el puente que une el barrio de Matiena con Abadiano, para duplicar la vía del ferrocarril que salva dicha estructura. Con tal motivo, durante un año, Matiena va a estar algo asilada por carretera del resto del mundo, después de pasar años de calvario con un tráfico insoportable y peligroso entre sus calles, sin que nadie les pusiera remedio hasta hace bien poco. Al pensar en ello caí en la cuenta no sólo lo importante que es un puente, sino su ausencia, y si en mi vida he tenido algún puente que haya significado mucho, y la verdad es que no.
A excepción de las calles que vadean los ríos de Elorrio, el que más usaba de pequeño era uno cutre y viejo que sobrevolaba la trinchera del tren, justo en frente del colegio de Goicoechea, al lado de mi casa. No más de veinte metros de puente y, eso sí, un foso respetable, de algo más de diez, que cuando yo lo franqueaba ya no tenía ni tren ni vías. El ramal de Elorrio a Durango se eliminó en 1976, justo cuando empecé el parvulario, y al comenzar al EGB esa trinchera no era más que un montón de hierbas y zarzas que crecían a su antojo. A 50 metros de “mi” puente había otro, cadi idéntico, y por el accedía la otra mitad del pueblo, todos los que vivían abajo, ya que por el mío íbamos los que vivíamos en los barrios de arriba, por así decirlo. Ambos puentes salvaban los mismos restos y despojos, y la trinchera era una fosa artificial, fea, que para lo único que servía era para arrojar cosas y desperdicios. Unos años después vinieron unos camiones con tierra y rellenaron el foso, lo aplanaron y ajardinaron, tal como está hoy y, pese a no tirar ninguno de los dos puentes., los dejaron sin sentido. Allí están, con una base de piedra y barandillas de ladrillo, sorteando la nada, con las hierbas del relleno subiendo por su márgenes. Son una especie de monumento al absurdo, puentes que no cruzan nada, que no vadean nada, que son un mero recuerdo de lo que fueron en el pasado. No queda nada de la estación ni de los tinglados ferroviarios, y me alegro de que a nadie se le ocurriera tirarlos, porque pese a su inutilidad, son de los pocos vestigios que quedan parea poder afirmar que una vez hubo tren en Elorrio. Hay restos y túneles fuera ya de la zona urbana, pero no son lo mismo, no.
Ahora el barrio de Matiena va a descubrir lo que es la vida sin puentes. Han hecho una pasarela peatonal para viandantes, pero los coches deberán dar un buen rodeo para acceder. Cuando lo reconstruyan probablemente baje la pendiente de la cuesta que actualmente posee, y el barrio perderá esa montaña artificial que lo flanquea y oculta, pero por sólo habrá un agujero, y uno de los colectivos perjudicados será el de los ciclistas, que ahora verán (veremos cuando coja la “burra”) que ya no se puede dar la vuelta a Matiena de toda la vida, un bonito recorrido de entrenamiento con todos los cruces a la derecha, para ser fáciles de tomar por un desprotegido ciclista. A ver que tal salen las obras.
1 comentario:
Bonita entrada del blog recordando cosas de la infancia. Me ha gustado.
By the way, ya tienes tu comentario sobre Babel...en fin...lo que hay que hacer por los amigos.
Un abrazo
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