Aquí no se libra de la polémica ni los carnavales. Ahora que viene una temporada festiva para dejar atrás la imagen del De Juana y todas esas cosas resulta que un juzgado de Tenerife ha suspendido algunos actos del carnaval de la ciudad, fiesta declarada de interés turístico internacional, ante las denuncias de los vecinos por el ruido que soportan al paso de las murgas, comparsas y desfiles varios. El Ayuntamiento se reúne hoy con los vecinos demandantes y puede que haya acuerdo para evitar la demanda. Presiones para ello habrá, sin duda.
España es un país insoportablemente ruidoso. Gritos, bocinas coches y taladradoras compiten a diario y en todas partes para hacer un poco más insoportable la vida diaria de la gente. Ya desde pequeños los niños aporrean sonajeros y berrinchan sin contemplaciones, y nadie les manda callar. De jóvenes uno de los deportes más extendidos es ver quién bate el record de tiempo en convertir el tubo de escape de al moto en uno libre, que emita ruido a más no poder. O en quién pone los altavoces más potentes en el coche, de esos que atronan con un bum bum, bum horroroso en cada paso de cebra de ciudades y pueblos. Bares, restaurantes y tiendas tienen un constante hilo musical con un volumen altísimo, que dificulta mucho mantener conversaciones entre dos personas juntitas, y no hay fiestecilla o verbena que se precie sin unos altavoces XXL que claman al cielo y meten decibelios como humo negro las chimeneas de las fábricas. De este humeante mal bicho salen detractores por todas partes, pero del aluvión de ruidos y gritos nadie dice nada, y la única solución parece ser insonorizarse uno en su casa, sabiendo que nadie en la ajena, o en la calle, o desde las instituciones públicas, que contribuyen mucho a la algarada general, especialmente los ayuntamientos, hará nada parea evitar la emisión de ruidos. La solución es protegerse, defenderse, y en cierto modo los denunciantes de Tenerife han puesto el dedo en la llaga de un problema al que parece que nadie da importancia, quizás porque todo el mundo vaya por la calle con los auriculares a un volumen tan ensordecedor que le impide darse cuenta del ruido que el rodea.
Pasa esto en todas partes del mundo?? En mis escasos viajes al extranjero la verdad es que he visitado sitios silenciosos, o al menos no tan estridentes como este. Pero sin ir tan lejos, el pasado fin de semana, en mi viaje a Burgos, pasé dos noches en Vivar del Cid, en una acogedora y magnífica casa, y una de las cosas más impresionantes era el silencio. Se respiraba silencio, se oía el silencio, esa sensación tan extraña de soledad, retiro y reposo. Como los cartujos de la película “El gran silencio”, este nos enseña parte de nosotros mismos. Quizás por eso vivimos rodeados de ruido, porque nos aterra el vacío al que nos podemos enfrentar si para el estruendo.
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