Ayer, 9 de Mayo, se celebraba el día de Europa, que ya se sabe que dada día del año es el día de tres o cuatro cosas, para así ocupar todo el calendario con celebraciones variadas. Con tal motivo, dado que trabajo en un área muy vinculada a la Unión (tanto que en el fondo ella me paga el sueldo) y haciendo cumplimiento de los reglamentos comunitarios, que son como las leyes que gobiernan la Unión Europea, pero aún más farragosas si cabe que éstas, tuvimos un acto público en la calle, en la explanada que se encuentra frente a la torre del Ministerio, con banderitas, discurso y música.
Creo que lo mejor de la Unión Europea es haber escogido la oda a la alegría de la novena sinfonía de Beethoven como himno oficial. Es preciosa, dinámica, moderna, alegre, sentimental.... muchas de las características que hoy le faltan a la Unión. Pero bueno, vayamos al acto en sí. Se procedió a la izada de la bandera de la Unión con la música del himno de fondo. Desde un pequeño atril situado en la explanada, junto a un gran cartel que anunciaba la conmemoración, uno de nuestros jefes dijo unas palabras al respecto de lo que significaba ese día y esa Unión, y el trabajo que realizamos en su nombre. Se acaba de aprobar el marco, el conjunto y la distribución de las ayudas que va a recibir España para el periodo 2007 – 2013, y nos felicitó por lo que hemos contribuido a ese logro. A mitad de la intervención el cartel publicitario, situado sobre un endeble soporte, cayó al suelo víctima de una nimia ráfaga de viento, lo cual le dio al acto el toque anecdótico y cutre asociado típicamente a la improvisación española. No pudieron evitarse risas y comentarios jocosos (los fondos por los suelos), pero rápidamente el cartel fue levantado del suelo e izado nuevamente en su sitio, y el discurso, breve en su conjunto, acabó poco después, y con ello se dio por finalizado el acto oficial. Durante todo el acto me dediqué a sacar fotos a los que allí estábamos, incluyendo unas finales de grupo que me recordaban mucho a una boda en la que un montón de familiares se apretujan en torno a unos novios inexistentes, con ganas de salir todos en primera fila, y yo allí, señalando como debían ponerse, y diciendo que esperasen a un montón de gente. Que situación más curiosa.
A alguien que no conozca los entresijos de la política europea le puede haber extrañado eso de que los presupuestos tienen una vigencia de siete años (2007 – 2013) en contra del típico presupuesto anual, y algo de razón no le falta. Si es necesaria la planificación a medio y largo plazo, sobre todo de actuaciones costosas que cuesta mucho llevar a cabo, como líneas de alta velocidad, por ejemplo. Pero esa dilación en el tiempo también esconde una voluntad de control burocrático que se inició ya en los antiguos planes quinquenales de la URSS, de infausto recuerdo. A eso me refería antes en plan irónico con lo de las señales de dinamismo y modernidad que muestra Europa, pero no olvidemos dejar un día para celebrar lo que hemos construido juntos, que no es poco.
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