Estaba el Sábado en la iglesia de Lerma, en el momento de la comunión, pensando para mis adentros que bien iba la ceremonia de boda a la que asistía, pero con un punto de nerviosismo, porque ya a al entrada tuvimos un anticipo de lluvia, un susto pasajero, una nube oscura perdida y descarriada, pero que parecía ser la avanzadilla de un pelotón de borreguitos apelmazados, dispuestos a descargar sobre nuestras cabezas. Pero a AIR y a VMP el cielo no puede amargarles su gran día, pensaba yo, y no lo hará.
Salimos de la iglesia, por la puerta principal, bajo la recia y señorial torre, y frente allí en la pequeña explanada que se abre., el viento castigaba sin piedad. Ráfagas duras, continuas y frías, que anticipaban a las nubes oscuras que, desde el fondo, se dirigían directas hacia nosotros. Esperando en la placita a que salieran los novios hacia migas y comentarios con amigos de ambos, que casi no conocía, pero que luego me depararían una tarde y una noche deliciosa. Pero el tiempo era la nota preocupante de todo el mundo, las malditas nubes, la previsión, que decía que se abrirían los cielos, los huevos depositados con esmero y cariño en las Clarisas, y su más que probable conversión en aquel momento en una tortilla de agua y viento. Algunas de las invitadas, que lucían atrevidos escotes veraniegos, evidentemente no oriundas de Burgos y sus alrededores, sufrían lo indecible, su piel de gallina asemejaba un manto rugoso, tratando de cubrirles como a una armadillo, de protegerles de viento. De vez en cuando caían gota s sueltas, pero nada de importancia. Al cabo de unos minutos salieron los novios, atravesaron el arco, y fueron recibidos con una lluvia de arroz, pétalos y flores. Y el viento se desató, las nubes negras lo cubrieron todo, el velo de AIR se izó buscando el infinito, y un rayo, poderoso y recio, lució al fondo, en la explanada. El cielo tembló al paso de un trueno atronador, y se desató una salva de aplausos celestiales, alegría en las alturas ante lo que sucedía en la tierra. Al poco goteó, llovió, diluvió, cuando ya estábamos en el refugio, y así la anécdota meteorológica se hizo con el poder de la tarde, pero no nos privó de la alegría del momento.
Hubo momentos deliciosos a lo largo del día y la noche. Gratas conversaciones con gente muy interesante en un marco de arquitectura y porte espléndido, una muy buena comida, continuas muestras de cariño y amor por parte de la familia de los novios ante nosotros que me emocionaron mucho, pero estéticamente nada puede superar la imagen de esa torre de Lerma, cubierta de negrura infinita, y cientos, miles de pétalos y papeles de colores alzándose hacia el cielo. Eran vuestros sueños e ilusiones, que ya vuelan unidos. Que no tengan límite, que no alcancen su techo, que nunca aterricen, que siempre se mantengan libres en los cielos limpios y eternos.....
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