Que la guerra del Líbano se cerró en falso este pasado verano era algo conocido por todos, y que las escaramuzas entre el gobierno libanés y la guerrilla de Hamas y los grupos de origen sirio continuarían era obvio, pero de ahí a pasar a librar una batalla como la de estos días en Trípoli hay un salto considerable. Las tropas del ejército libanés acorralan lo que las televisiones definen como campamento de refugiados, donde se esconden milicianos de Fatah al Islam, enésimo brazo de Al Queda en la zona. Sin embargo, las imágenes que vemos de al zona corresponden a zonas civiles bombardeadas y a ataques y disparos cruzados propios de una guerra urbana total.
Y a todo ello se suma el caos en Gaza, donde al violencia reina por todas partes. Es difícil realizar un análisis serio de lo que allí ocurre, pero resulta claro que lo que se denomina Oriente Próximo es lo más parecido al caos que uno pueda imaginarse. Inicialmente palestinos e israelíes se mataban unos a otros, y el resto miraba y apoyaba a su lado, como si de un combate de boxeo se tratase. De un tiempo a esta parte los palestinos, además, se matan entre ellos (Hamas frente a Al Fatah), Israel ataca al Líbano, Líbano a ataca a Israel, Siria, de manera interpuesta, ataca al Líbano, Al Queda ataca a Líbano, Israel y Palestina (y a todo el que se le ponga por delante), Israel amenaza a Siria, Jordania recibe refugiados de todas partes, Irán apoya a Hamas y ataca a Israel y Líbano, Egipto y la liga árabe apoyan a Al Fatah y atacan a Hamas, y seguro que me he dejado algún fleco por ahí. La verdad es que uno coge todas las piezas del puzzle y resulta que cualquier combinación entre ellas sólo genera un resultado. Guerra. Es deprimente. Los corresponsales occidentales se mueven por todo el territorio de conflicto en conflicto, de coche bomba en represalia, de cohete artesanal palestino a asesinato selectivo israelí, y vuelta a empezar, y todo ello en un territorio pequeño, abigarrado, disputado por todos y sagrado para todos ellos aún más. Y claro, cuando todo el mundo siente que Dios le apoya es muy difícil que se entre en razón. La causa sagrada es superior a las personas y la vista se nubla ante las órdenes emanadas por el altísimo.
¿Cuál es la solución a todo esto? Yo no la tengo. Unos dirán que es la negociación entre ellos y el acuerdo, y algo de razón no les falta, pero cada vez que ha habido un intento serio de acuerdo han aparecido, especialmente en el bando palestino islamista, facciones disidentes radicales aún más radicalizadas que las anteriores, si eso ya era posible, y se ha ido todo al traste. La única vía que se me ocurre es la de imponer un acuerdo. Que un tercero diseñe unas fronteras y las imponga sobre el terreno, pero eso exigiría un fuerte compromiso internacional, tropas y la asunción de muchas bajas, y nadie está por la labor. Me temo que nos haremos viejos y seguirá la guerra en el tres veces santo y mil veces maldito Oriente Próximo.
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