miércoles, agosto 22, 2007

Basura de hipotecas (I)

Una de las noticias que ha explotado, casi literalmente, durante el puente de la quincena de Agosto ha sido la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, y el asociado derrumbe de al bolsa en todo el mundo. Bancos Centrales interviniendo a mansalva en el mercado del crédito bancario, títulos cayendo y, otra vez, un Agosto lleno de incertidumbre y temor para unos inversores minoristas que observaban incrédulos desde su chiringuito playero como los titulares de los periódicos les llenaban los ojos con el odiado crack mientras que ellos lo único que podían hacer era, ilusos, esperar en la barra para ser atendidos.

¿Qué ha pasado esta vez? ¿Por qué la crisis? Bueno, en principio es sencillo. Para otorgar una hipoteca a un particular un banco se fija en dos criterios simultáneamente. Uno es que el importe concedido no supere el 80% del valor de tasación del piso a comprar, y que la cuota mensual del préstamo (lo que el banco nos quita cada mes) no supere el 40 – 45% del salario neto. Con estas condiciones el banco se garantiza una mínima solvencia del cliente y le da u margen en caso de que suban los tipos de interés de nuestras queridas hipotecas variables. Pues bien, hace algunos años alguien descubrió en EE.UU que si relajaba estos criterios podría haber mucha mas gente que optara a conseguir hipoteca, y por tanto mayores beneficios para la entidad que las concediera. Alguien pudiera pensar que eso para el banco o la entidad que otorgue el préstamo es peligroso, porque aumenta sus riesgos, y es verdad, pero en u momento de tipos de interés bajos, economía creciente y precios inmobiliarios disparados el negocio era redondo. Así se creo el denominado mercado de hipotecas “subprime”. Más tarde otra entidad avispada descubrió que podía, perdón por el palabro, “titulizar” estas hipotecas, emitiendo bonos o títulos asociados e a estos préstamos, que podías ser comprados y vendidos en el mercado por otras entidades, a un precios y rentabilidad en función de la marcha de los pagos de las hipotecas originales. Así no sólo las entidades que concedieron los préstamos arriesgado se forraban en un mercado ascendente, sino también aquellas que compraran los títulos se unían al carro de los ganadores, subiéndose a la cresta de una ola espumosa que parecía no tener fin.

Pero ya se sabe, todo tiene un reverso tenebroso. En el momento en el que los tipos empezaron a subir y los precios de los pisos empiezan a no crecer como la espuma, la tasa de morosos en el pago se dispara, empezando por aquellos que estuvieran más al límite de sus posibilidades, y a partir de ahí se cancelan hipotecas, se embargan pisos y se empieza a hundir el valor de los títulos financieros asociados a esos créditos. Esos valores bajistas empiezan a teñir de rojo el resultado de algunos fondos de inversión y las entidades financieras empiezan asomarse al barranco de la falta de liquidez, de la caída del valor. Todo esto es el antes de la crisis. A ver si mañana escribo algo sobre el durante (donde ahora estamos) y quién sabe si el después...

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