Y eso que ya lo anunciaba la previsión, pero la caída de temperaturas y las nubes han convertido esta segunda parte de la semana del 15 de Agosto más en un anticipo del otoño que en la plenitud del verano, cosa que tampoco debiera extrañar dadas las fechas, que el verano empezó mañana va a hacer dos meses. Si en la costa mediterránea la imagen ha sido tristona, por el norte ha alcanzado cotas decepcionantes. El Miércoles 15 por la mañana aguantó, con viento sur y calor, pero ya para las 16:00 se cubrió y una hora más tarde empezó a llover. Las nubes no se fueron hasta el Sábado.
Como se anunció un Sábado precioso, con temperaturas cálidas de 25 grados (ETB dixit) aproveché ese día para ir a la playa, cosa que hago pocas veces al año. La verdad es que el día playero salió muy bien. Una tarde relajante en buena compañía, no muy calurosa, y con un agua fresca cuando uno se introducía en ella, pero luego agradable, aunque con poca ola, ideal para nadar un poco pero no tanto para jugar con la espuma y divertirse. La afluencia en la playa era buena, aunque no se rozaba el lleno, quizás porque en verano, y más en Agosto, quién puede huye del norte, visto lo visto. Desde luego hay una especie de carrera a ver quién es el último en largarse de Elorrio y dejarle las llaves del pueblo al que se queda. Ya hablé de eso la semana pasada, pero es que estos días lo he vivido en plenitud, quizás incluso más intensamente que otros años, porque me ha dado la sensación de que, o se ha ido aún más gente, o que todo estaba cerrado (bueno, eso no era una sensación, era verdad). Paseando el Miércoles al mediodía por los pabellones industriales cercanos a mi casa me di el lujo de andar un buen rato por la línea discontinua que separa los carriles de la carretera que lleva a la variante, y no pasó ningún coche para importunarme. Era una agradable y extraña sensación de vacío, con el viento cálido en la cara y los brazos, y el silencio, profundo., en una zona habitualmente ruidosa y llena de maquinaria y tráfico. Pensaba para mi que no podía haber una sensación más absoluta de abandono y de vacío, pero me equivocaba. La noche del viernes, a la hora de tomar el típico café con los amigos, descubrimos que ni uno de los dos bares a los que solemos ir a darnos ese placer, alternativamente el Viernes y Sábado, estaban abiertos, y rebuscando, acabamos en el Bi Kale, que era de lo poco que estaba abierto.
Y allí, en medio de una compañía inmejorable, la verdad es que la escena era de película. Dos o tres colgados, mayores o avejentados en la esquina contraria de la barra a la que nosotros nos encontrábamos, y dos chiquillos jugado al fondo al billar, en medio de unas luces oscuras, que reflejaban a la perfección el típico bar desangelado, perdido, de carretera, que suele aparecer en las películas americanas, donde entra un malo y dispara, o la chica huyendo del malo, o el chico inocente y los malos ya están dentro.... malos no se sí había, aunque alguno seguro que pululaba por allí, pero las chicas desde luego no estaban. Sería porque era Agosto.......
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