Era lógico. Los únicos que podían alcanzar la superficie del fondo marino del Polo Norte eran los rusos, ya inmunes a las gélidas temperaturas gracias al frío del que disfrutan (es un decir) la mayor parte del año. Ayer un batiscafo ruso puso la bandera de su país allí abajo (o arriba), a 4.261 metros de profundidad. Todo un logro científico y tecnológico, y como tal lo destacan los periódicos, pero lo que los medios también dicen es que el interés del viaje es algo más crematístico que de pura investigación. Oscuros intereses se esconden en el lecho sobre el que se ha posado el batiscafo.
Tan oscuros que, de ser ciertas las estimaciones de los geólogos, allí se pueden encontrar la cuarte parte de las reservas mundiales de petróleo, y claro, la ley de que el que llega primero se lo queda ha hecho que los rusos se lancen al océano ártico con afán exploratorio y miras comerciales. Sin embargo, repartir el polo entre todos aquellos países que poseen territorios colindantes al mismo (creo que Rusia, EE.UU., Canadá y Dinamarca) no debe ser una tarea sencilla, y más cuando existe ese botín en juego. Este nuevo aldabonazo ruso se suma a la cascada de noticias que, provenientes de Moscú, aparecen anunciar un distanciamiento cada vez mayor entre el gobierno y la política rusa y la occidental. El cruce de expulsiones diplomáticas entre Moscú y Londres y la ruptura por parte del gobierno de Putin del tratado de armas convencionales en Europa han desatado algunas alarmas, y hay expertos que hablan de una nueva guerra fría ruso occidental, aunque yo no creo que nos encontremos ante un escenario tan simple. Es cierto que los gestos rusos son desafiantes y hoscos, pero me parece que son más para un consumo interno. No hay que olvidar que en 2008 hay elecciones presidenciales rusas, y ese chico de aspecto tan simpático llamado Vladimir Putin no se presenta. Lo hará en su lugar un delfín tutelado, y la política nacionalista siempre es un agradable caramelo de cara a una campaña electoral. Otra razón por la que creo que esa teórica nueva guerra fría no se dará es que Rusia no tiene ni de lejos, pese a aparentarlo, el poder de antaño. Es más probable que haya un enfrentamiento, vaya usted a saber de que tipo, entre EE.UU y China, y esa sea la causa de la rabieta rusa, que sabe que los chinos crecen disparados mientras ellos decaen.
Lo que sí es cierto es que mientras el petróleo este a casi 80 dólares como ahora, los dirigentes de los países productores harán ejercicios de fuerza para mostrar su poder y el dinero que ganan a manta gracias al barril. Putin, Chávez y Ahmadineyad son una tríada de delincuentes que nadan en petróleo, que podrían hacer felices a sus sociedades invirtiendo los fabulosos ingresos que obtienen en educación, infraestructuras y modernización de sus países, pero que prefieren gastárselo en armamentos y en políticas populistas y vociferantes, mientras que sus regímenes son cada vez más parecidos a perfectas dictaduras. Y nosotros financiando eso día a día en la estación de servicio....... que paradoja.
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