Debiera escribir hoy sobre la renuncia de Fidel Castro a seguir al frente de Cuba, sobre al agonía del dictador de La Habana, que sólo cuando ve que la muerte se acerca inexorable a su cama renuncia al poder absoluto que ha disfrutado, ejercido y del que ha abusado durante medio siglo, pero no. Ayer me enteré de una historia sucedida a una chica a la que veía habitualmente en el ministerio, una de esas “clásicas” que forman parte del paisaje humano de donde nos movemos todos los días.
La chica formaba parte del personal de seguridad del Ministerio, de esas contratas de seguridad privada que proliferan por todas partes, y que aquí desempeñan su labor mano a mano con la Guardia Civil, en una extraña mezcla de color verde y marrón. Rubia, ojos grandotes y cuerpo saltón, era una chica atractiva y llamaba la atención, sobre todo viendo al resto de sus compañeras, a las que sobrepasaba en belleza y atractivo físico de largo. A las tres de la tarde muchos de los de la seguridad se suelen reunir en una de las esquinas de la barra de la cafetería, y allí solía estar ella. Toman cafés, tragos y comen algo, vociferan y comentan la jugada del día, que si cuanto me he aburrido hoy en la entrada, que si como pitaba el escáner al señor ese del maletín grande, que porqué no nos vamos por la tarde a tomar algo por ahí... o típico de las conversaciones laborales. Hubo un tiempo que salía con uno de los chicos que trabaja en el equipo de mantenimiento del Ministerio. Yo les llamaba, en mi inconsciente, la pareja proletaria: El “chispas” y la “segurata”. Solía rodearla él con fuerza por su cintura, cálida y atractiva, y se lo pasaban muy bien a la vista de todos. De sonrisa amplia y sin esfuerzo, la chica alegraba mucho la vista, no voy a negarlo, y bueno, ya se sabe que las parejas enternecen mucho. Hace ya algunos meses que se juntaba con sus compañeros, en al esquina, pero ya no estaba con el chico de mantenimiento, por lo que suponía que lo habían dejado. Otra muesca más en su más que probable lista de exnovios, de parejas furtivas y agotadas. Me preguntaba yo cuanto tiempo tardaría en echarse un nuevo chico a su lado, sospechando que, seguramente, muy breve sería ese plazo de espera. Quizá te preguntes, querido lector, porqué estoy usando en todo momento un tiempo pasado. Ello se debe a que ayer me enteré que esa chica, de nombre desconocido para mi, se mató este pasado Sábado con su novio en un accidente de tráfico en Guadalajara. En un Porsche, probablemente a toda velocidad, acabaron su carrera y sus vidas en los bajos de un camión de reparto. Y allí se acabaron su trabajo, sui pareja, sus ilusiones, sus charlas en la barra del bar del Ministerio y sus ojos azules luminosos.
Ayer por la tarde me enteré de algunos aspectos de su vida. Con 33 años estaba divorciada y tenía dos hijos, uno de nueve años de edad. Era algo impulsiva, y le gustaba vivir rápido, agotando la vida, como algo que se nos escapa de las manos cuando intentamos agarrarlo, y con la esperanza de disfrutarlo lo más intensamente posible. Su hermano murió hace dos años. Le dio una trombosis conduciendo y se mató, en un coche, y todo ello me pareció demasiado para una tarde de Febrero. Demasiadas coincidencias tristes, demasiadas noticias amargas, demasiados sueños y futuros destrozados en una maldita carretera sin nombre, como tantos otros que suceden cada día y que no nos impactan. Descanse en paz.
2 comentarios:
La vida es así de dura. Hay que estar preparados para los accidentes, las enfermedades y todo lo que venga.
Hay momentos felices, pero la tristeza también nos puede embargar en cualquier otro punto de nuestra carrera en la vida.
Lo que si es imperdonable, es no hacer nada por evitar que la muerte llegue antes. Una cosa es vivar la vida, disfrutarla y otra es ser temerario y no valorar los riesgos.
Un abrazo
Realmente es muy triste que se vaya alguien tan joven y con dos hijos.
Descanse en paz.
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