Ayer, 12 de febrero, se cumplió un curioso aniversario, porque un 12 de febrero de 1809, hace doscientos años, fue el día en el que nacieron dos monstruos, dos genios en lo suyo, que de una manera radical, cambiaron el mundo. Abraham Lincoln y Charles Darwin comparten aniversario y edad de nacimiento. El americano logró unificar a su país tras una guerra civil, abolió la esclavitud y se ah convertido en un icono mundial de la democracia, el buen gobierno y la justicia. Su asesinato en un teatro conmocionó a un país que estos días, dos siglos después, parece encontrarse ante un revivido ejemplo del personaje, o al menos ese pretende Obama.
Pero de los dos ha sido Darwin el que ha generado un legado más duradero e importante. Su teoría de la evolución de las especies a través de la selección natural y la continuidad de los caracteres heredados por aquellos que logran reproducirse supuso una ruptura total con las convicciones de su época. Hoy en día esta teoría nos parece lo más lógico del mundo, y aun así hay grupos que se oponen a ella, pero hace siglo y medio, cuando Darwin la enunció el 1 de Julio de 1858, era algo radical, explosivo, similar a que hoy un sujeto anunciase la venida de los extraterrestres o el final de la crisis, por poner un ejemplo. Afortunadamente la teoría se ha demostrado cierta, y pese a que mucha gente la enuncia y no comprende, ha calado en el discurso de la calle. Se habla del darwinismo social (incluso el Word no me pone en rojo ese término por defecto) y de la selección natural en entornos no biológico, como es el caso de las empresas, los productos, etc, aunque aquí se desvirtúa el sentido originario del concepto evolución. Pese a ello, como antes decía aún se escuchan voces que tachan a esta teoría de inmoral, errónea y fantasiosa. El grueso de los opositores son los llamados creacionistas, que afirman que la intervención divina en el nacimiento del hombre fue necesaria y decisiva. Una activa miembro de esta postura es Sarah Palin, la famosa y fallida candidata a vicepresidente por los republicanos en las pasadas elecciones norteamericanas. Hay diferentes grados en este mundo de creadores, desde los que afirman que el relato bíblico es cierto y riguroso en toda su extensión, que los hay que dicen esto, hasta los defensores del “diseño inteligente”. Esta teoría es una evolución, nunca mejor dicho, del creacionismo y afirma, en esencia, que puede que el darwinismo funcione, y tenga razón en sus postulado evolutivos, pero que determinados resultados biológicos, como los ojos o el cerebro humano, por ejemplo, son tan complejos, que es imposible que se hayan creado de la nada sin la intervención de un ente superior, Dios, que haya “diseñado” o esbozado su funcionamiento. Parecen situarse en medio de los dos caminos, el científico y el teológico, por así llamarlos, pero hay aspectos en la vida, y este es uno de ellos, en los que el camino de en medio lo único que hace es acumular errores. Darwin tenía razón, su teoría era cierta, y los creacionistas, sea cual sea su intensidad, se equivocan.
Quizás lo que sucede con la teoría de Darwin, y por eso genera tanto rechazo, es que después de que Newton retirase a la Tierra el título de centro del Universo, Darwin quitó a los humanos el cetro de los reyes de la creación. En el fondo, para Darwin un hombre es lo mismo que una musaraña o un jilguero, una entidad biológica sometida a una despiadada lucha por la supervivencia en su entorno, y que de ese combate saldrá victoriosa (o no) según sus características genéticas. Y es duro pasar de ser todo a ser nada, admitir que somos carne y huesos mortales.... quizás sin proponérselo, Darwin haya sido el mayor revolucionario de la historia.
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