Ayer, tras algo más de dos meses de vacaciones, que también es para denunciarlo, se inauguró el ciclo de sesiones parlamentarias 2009 con un debate monográfico sobre la crisis. Ya saben ustedes que tal como está organizado esto en España la expresión “debate parlamentario” es un absurdo en sí mismo. Sería mejor decir “monólogos parlamentarios”, y encima sin la gracia de algunos monologuistas de la tele, pero es lo que hay. Si había expectativas por lo que ayer se dijese en la Carrera de San Jerónimo, el resultado es bastante flojo, aunque lamentablemente no sorprendente.
Zapatero ha cambiado algo su discurso. Empezó ayer con la demoledora cifra del paro registrado y el dedicó adjetivos a la crisis bastante certeros (grave depresión, enorme, etc) aunque bien hubiera hecho en pensar en ellos hace ya algunos meses. Sin embargo sigue sin ver al necesidad de propiciar un tratamiento de choque a un enfermo cuyo cuadro macroeconómico parece propio de un paciente terminal en manos de House. Su receta fue la confianza, el diálogo social (que lleva meses sin que haya diálogo ni resultados), el plan de los ayuntamientos (de risa) y una rebaja de 1.500 millones de euros de gasto ministerial para destinarlos a las prestaciones por desempleo. Es una medida paliativa, que con el volumen de paro actual se consumirá en escasos tres meses (demos 600 euros al mes a cada uno del millón de desempleados que ya no cobran nada y hagan cuentas). Se pregunta uno porqué no se había hecho antes, y aún más, porqué si la administración no necesita esos 1.500 millones se han gastado año tras año, seguramente desde bastante antes de la crisis. Rajoy ofreció un discurso sólido y coherente, pero lastrado por ser el portavoz de un partido agotado, enfrentado y preocupado más por su propio futuro que por el de los españoles. Frente a los cataplasmas de ZP Rajoy propone coger al enfermo y operarle con fuerza, pero en ningún momento indica por donde hay que cortar, qué hay que intervenir y cual será el postoperatorio, y eso hace que su alternativa no sea sólida. Nuevamente ayer ambos dirigentes dieron la sensación de estar sobrepasados por la realidad, de no saber que hacer, de encontrarse abrumados ante unos datos horribles y una coyuntura que ni entienden ni comprenden. El resto de grupos insistió en denunciar la incapacidad del gobierno para hacer frente a la crisis, y José Erkoreka, portavoz del PNV, empleó una metáfora muy acertada en mi opinión, al decir que ZP parecía un boxeador noqueado, que deambulaba por el ring a golpe de estadística y que no sabía que hacer. Lo cierto es que quién se está llevando los golpes bajo son es tanto ZP, como la sociedad en su conjunto, que empieza a perder la paciencia y la esperanza, si es que algún día la hubo, de salir de esta más o menos indemnes.
Toca hacer sacrificios, a los gobernantes y a todo el país, porque una solución de sálvese quién pueda no servirá para nada. Si bajar los sueldos de los funcionarios es útil para luchar contar la crisis, que se haga (eso me afectaría directamente, jeje). Si desregular el mercado laboral ayudaría a que algunos de los que se van al paro no se fueran, que se haga, pero por favor, que algunos se sienten en una mesa seria, encerrados en una edificio, y que no salgan hasta llegar a un acuerdo nacional para hacer frente a esto. Dudo que San Obama nos saque de este marasmo, pero visto lo visto ayer nuestros dirigentes tampoco serán capaces. La sociedad debe dar un paso al frente. Ha llegado la hora de los sacrificios.
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