Este fin de semana me he pegado una doble sesión de buen cine en compañía de Kate Winslet, una de las mejores actrices que existen, además de ser muy guapa. Multinominada a los Óscar, parece que este es su año. Ayer vi “The Reader” una drama ambientado en nuestra época sobre los efectos que produce el pasado en las vidas de los protagonistas. Es una película muy seria, en la que el protagonista sufre mucho por culpa del desconocimiento, y en la que la mujer, Winslet, resulta ser un personaje de muchas caras, algunas de ellas nada deseables, pero todas unidas en la misma persona, indisolubles y necesarias para entenderla.
Y el viernes vi “Revolutionary Road”. Algo había oído del argumento en semanas anteriores, así que antes de ver la película me hice con el libro, editado en bolsillo, y me lo ventilé entre semana, y la verdad es que la cinta es muy fiel al texto, eliminando pocos fragmentos del mismo, y dejando traslucir el poso de amargura y desengaño que aparece en cada una de las páginas de la novela de Richard Yates, escritor al que no conocía de nada. El título hace referencia a la idílica calle en la que se encuentra la no menos magnífica casa en la que viven los protagonistas, el matrimonio Wheeler, encarnado por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, y sus dos hijos pequeños, que estos sí que salen menos que en el libro. Estamos en los años cincuenta, y él trabaja de oficinista en Manhattan en una gran compañía, ella es ama de casa y les rodean en su vida vecinos igualmente casados con o sin hijos, con los que comparten ilusiones y momentos felices. Todo de cuento de hadas, el sueño de una vida, si no fuera porque es falso. El estreno de una obra de teatro en la que participa la esposa, que resulta ser un desastre, precipita un drama en el que poco a poco se van viendo las miserias de la vida de los protagonistas, como plantean una huída hacia delante para evitarlas, irse a vivir a París, pero como finalmente la inercia de sus obligaciones les puede. Tanto DiCaprio como Winslet están sensacionales. Componen a una pareja antológica, que discute con una fuerza y vehemencia difícil de describir, rodeados de unos personajes secundarios que refuerzan la opresión en la que viven, como esa mujer encarnada por Cathy Bates que es la típica vecina cotilla, pesada, aparentemente bien intencionada, pero que en el fondo se dedica a chismorrear sobre todo el mundo, víctima quizás de su propio rencor, o el matrimonio vecino, también idílico, pero con un marido que posee un secreto muy interesante, o John, el hijo de la señora interpretada por Bates, que está encerrado en un psiquiátrico, carece de empatía, y gracias a ello sólo es capaz de decir la verdad, por muy cruda y cruel que sea a los que le rodean. Inicialmente, y contra pronóstico, su relación con los Wheeler es fantástica, pero descubrirá y revelará delante de sus narices la podredumbre que se esconde bajo sus alfombras, y eso no será nada agradable. Toda la película sigue un proceso de crecimiento en complejidad e intensidad que desemboca en un final impagable, duro, pero lleno de sentido en su cruedad.
Dirigida por San Mendes, esposo en segundas nupcias en la vida real de Kate Winslet, es una película que precede temporalmente a “American Beauty” pero que se podría catalogar con ella en lo que hace referencia a la temática de “La crisis del adosado” pero no la inmobiliaria, sino la de la vaciedad de la vida que llevamos a cabo día a día, centrada en aparentar, parecer, simular, mientras poco a poco nos apagamos, nos consumimos como velas al arder. El personaje que interpreta Winslet querer rebelarse frente a ello, no soporta esa crueldad diaria, la vida vacía que le ahoga....... sólo por la manera en la que se desarrolla el final Kate merece todos los premios del mundo. Soberbia.
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