El libro con el que estudié la teoría de la Hacienda Pública en tercero de carrera estaba escrito a cuatro manos por Albi, Contreras, González Páramo y Zubiri. Un año después fue Zubiri, Ignacio, el que me dio clases en cuatro, todo el año, demostrando que era tan chulesco en su comportamiento como dominador de la materia y buen profesor. No conocí a ninguno de los demás escritores del libro hasta ayer, cuando asistí a una conferencia en la fundación Ramón Areces impartida por José Manuel González Páramo, que trataba de las estrategias de salida de la crisis, aunque no fue eso de lo que más habló.
Páramo es el único español miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo. Vamos, todo un cargo, y en un lugar sito en la primera línea del frente de la guerra económica que vivimos desde hace ya algunos años. La conferencia fue seria y técnica, interesante si se sabe algo del tema, pero claramente para empapados en la jerga y el mundo financiero y macroeconómica. El turno de preguntas le permitió soltarse algo más y opinó con más libertad. En todo momento Páramo mostró un conocimiento absoluto de lo que hablaba, un buen estilo como conferenciante, una gran capacidad didáctica y la sensación de que este hombre es muy bueno en lo que hace. Me dio una magnífica imagen como profesional. En las respuestas dejó claro que España debe hacer reformas económicas estructurales en su mercado de trabajo, en el sector servicios y en otros ámbitos como puede ser el energético. En lo que le afecta más directamente, admitió que el pacto de estabilidad y crecimiento, es regla que nos dotamos los europeos de restricciones de deuda, déficit e inflación par entrar en el euro, y que ahora no cumple nadie, “no tiene dientes” como asunción de que es un acuerdo que se cumple por la voluntad de las partes, pero que no hay mecanismos sancionadores ni coercitivos para forzar su cumplimiento en caso de mala voluntad de algún país. Se mostró indignado por las trampas que hizo Grecia en sus datos económicos ante la Unión y el propio BCE y dijo que eso no podía volver a repetirse. Ante una pregunta realizada al calor del acuerdo al que se llegó ayer mismo en Bruselas sobre el rescate griego, comentó no tener muchos detalles del mismo, pero que no veía mal la participación del FMI e el plan de rescate, siempre que fuera la Unión europea quien liderara el proceso, los tiempos y las prácticas de salvamento. Fue una pena que no supiera lo que se había acordado en Bruselas para conocer su opinión con todos los datos en la mano, y es que mientras González Páramo hablaba, los líderes, por así llamarlos, europeos, se la jugaban en la capital belga, y finalmente, en un pacto franco alemán que el reto hicieron suyo, qué remedio, acordó una estrategia de rescate a Grecia. En pocas palabras, se trata de aportar a Grecia una cifra de algo más de 20.000 millones de euros en préstamos a través de dos líneas de financiación. Una inicial a cargo del FMI y una posterior respaldada por el conjunto de países del eurogrupo. Si nos fijamos en la parte positiva, son préstamos, por lo que no es dinero donado sin más, se le exige a Grecia el compromiso de devolución con unos intereses más bajos que los del mercado, pero no estamos hablando de un regalo financiero, no. Sin embargo hay polémica por la presencia del FMI, que yo creo que es un mal menos, porque parece evidente que Europa sola no puede hacer frente al problema griego.
Sin embargo hay un aspecto en este acuerdo que me produce risa floja. ¿Cómo van a financiar los países europeos sus aportaciones? En el caso de España nos toca en torno a los 2.000 millones de euros. La respuesta obvia es... emitiendo deuda. Es decir, para tapar la deuda griega emitimos deuda no griega. ¿Sólo me suena mal a mi? Más deuda que se suman a la que rebosa en los balances de los bancos comerciales y que no es sino un nuevo ejercicio de pedaleo en una bicicleta sin cadena que amenaza con caerse. Ayer los mercados reaccionaron bien al medicamento que llegó de Bruselas, pero está por ver si es algo más que un mero placebo.
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