Haciendo un juego de palabras, podríamos decir que la gravedad de Grecia se agranda y agrieta todo a su paso. Lo que hace unas semanas eran unas declaraciones tranquilizadoras por parte de los políticos europeos van dando paso poco a poco a un marasmo de contradicciones, reproches e incapacidades. Al paso que vamos Grecia se va a convertir en el rubicón de la Unión Monetaria Europea y el euro, está por ver si su “rescate”, esté lo que esté detrás de esa palabra, supondrá su salvación o la señal de que Europa no puede hacer frente a su primer grave problema económico desde que se implantó el euro.
En este clima se celebra hoy en Bruselas el Consejo de Primavera de la Unión, cita presidida por España en la que no vamos a pintar nada, salvo que proporcionaremos los cuadernos y bolígrafos donde se escribirán y tacharán las propuestas y acuerdos del debate. El debate se está polarizando sobre si Alemania está siendo más dura de lo previsto con los griegos, y de porqué no les ayudamos para así impedir al intervención del FMI. Mencionar la presencia del FMI en Bruselas es casi pecado, porque es sinónimo de ayuda exterior y de fracaso interior. Resulta curioso que el país que más se opone a la presencia del FMI es Francia, y si uno ve que la institución multilateral está presidida por un francés llamado Dominique Strauss-Kahn, antiguo rival político de Sarkozy y quién sabe si futuro candidato a presidente de la república francesa uno vuelve a descubrir que la política interna de los países es lo que prima en las decisiones comunitarias. Si la UE no es capaz de implantar un plan de apoyo a Grecia deberá ser el FMI el que lo haga. Durante estas semanas parecía que la crisis griega amainaba, pero era un espejismo, otro de los muchos con los que nos estamos encontrando cada día. Los bonos de deuda griega se venden en el mercado, sí, pero a unos tipos de interés superiores al 6%, que son imposibles de pagar en el medio plazo por el gobierno de Atenas. Todos miran a Alemania porque es el país más rico de la UE y quien más debiera aportar en caso de un rescate financiero, pero Alemania tiene problemas propios y no es agradable para su población tener que asumir el coste de ese pago. Se ha dicho que los alemanes que se jubilan a los 67 no vana estar muy de acuerdo de salvar el sistema de pensiones de los griegos, que se jubilan a los 61. Que empiecen ellos por sacrificarse y luego ya iremos nosotros, pensará un alemán hoy camino a su trabajo. A ello debemos añadir que el perfil de la Canciller Ángela Merkel es claramente interior. No le gusta ser líder internacional, y está muy centrada en los asuntos internos de su país, y sospecho que conoce muy bien los costes electorales para su gobierno y partido de la solicitud de un sacrificio en aras de los griegos. De todas maneras no nos engañemos. De la reunión de Bruselas, si hay acuerdo, será el que Alemania quiera, Francia consienta e Inglaterra avale. El resto vamos allí de claque, de coro de aduladores y palmeros. Verán como esta noche o mañana todos se felicitan por el acuerdo alcanzado que, muy probablemente, no sean más que nuevas palabras y compromisos, pero pocos contenidos. Quizás calme a los mercados, pero menos que en el caso anterior.
Y es que los problemas han adquirido dinámicas propias. Ayer era Fitch la que rebajaba al calidad de la deuda..... portuguesa a AA- y el euro acentuaba su caída frente al dólar. La sensación es que nuevos y cada vez más profundos problemas afloran en los PIGS? (Portugal, Irlanda, Grecia y Spain), que como mínimo debieran llamarse PIGUS, con United Kingdom en medio. ¿Debe dejarse caer a Grecia, como se hizo con Lehman? ¿Sería un suicidio colectivo o una señal de socorro? ¿Cómo se gestionaría eso? Y si no cae, ¿cómo la sostenemos? Si no somos capaces de lidiar con un país tan pequeño como Grecia, ¿qué ocurrirá con otros en el futuro?..... la presión aumenta.
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