Cuando he salido de casa camino al trabajo Miguel Delibes seguía tan grave como ayer por la noche. Quedaba algo de esperanza, y mi intención era escribir una nota de agradecimiento a su persona y trabajo en al esperanza de que no fuese un obituario más. Acabo de lanzar el firefox y el titular, grande, en unas letras castellanas muy grandes, dice “Fallece Miguel Delibes” y ahora todo lo que pueda escribir no serán sino palabras en su recuerdo, en memoria de alguien que nos ha dejado, no en la esperanza de un vivo que aún nos acompaña.
Todos en algún momento hemos leído a Delibes, pero como ha sucedido con muchos autores, al hacerlo por obligación escolar, muchos lo vimos más como una obligación que como un placer. El descubrimiento de su obra, que ni mucho menos he terminado, no soy un experto en ella, llegó para un montón de gente, curiosamente, con su última novela, el hereje, de mediados de los noventa, en la que Delibes crea una novela histórica apasionante, tierna, real y sin adornos ni supercherías. Desde entonces no ha publicado nada. Y ya anteriormente sus publicaciones eran muy escasas, y es que Delibes, antes de escritor, amante de la naturaleza y periodista, facetas que cultivaba con todo su cariño, era... un hombre enamorado. Sí, sí, suena cursi, pero era un hombre completamente entregado a su mujer, Ángeles de Castro. Eran como Carl y Ellie. Lamentablemente, Ángeles falleció hace mucho tiempo, y desde entonces Delibes se encontraba sólo en el mundo, sin fuerzas ni objetivos para continuar. Su norte, referencia, mito, sueño, se había ido. Comentaba muchas veces que las palabras ya no le llenaban, no le servían para expresar su sentimiento de pena y tristeza. La gran Pepa Fernández, que hoy no podrá evitar derramar una lágrima, el animaba continuamente a escribir cada vez que le entrevistaba... bueno, le admiraba a base de preguntas, porque como ella decía, muchos se encontraban tan huérfanos de sus palabras y sabiduría como e l propio autor de su amada. Pero él no podía, no quería, no sentía esa pasión por las letras que había forjado su vida. Desde su época de periodista, director del Norte de Castilla y maestro de cronistas Delibes se convirtió en referente de una generación de profesionales honestos, pegados a al realidad y amantes de la noticia, no del simple sectarismo y corta pega que vemos hoy en día en los medios. Uno de sus discípulos más queridos, Manuel Leguineche, que también se acerca en silencio al fin de sus día sen su casa de Guadalajara, no deja de mencionarle las pocas veces que ya aparece en los medios. Sus elogios vienen tanto del profesional como del amigo, del admirador como del encariñado, del que sabe que su grandeza, enorme, es escasa en comparación a la de quién lo ha aprendido todo. Hoy mucha agente va a lamentar no sólo la pérdida del escritor, sino la del cronista de una España que se fue, pero que es imposible entender sin sus textos. El caciquismo rural es el que aparece en “El disputado voto del señorCayo” o “Los santos inocentes”, la descripción de una vida de provincias, limitada, restringida, a veces brutal. Esa vida que tan bién reflejó el maestro que ahora nos deja.
Su otra afición en vida, a parte de las letras, era la naturaleza. Cazador de los de antiguo, fue de los primeros escritores españoles que denunció el destrozo que el hombre infringe en los ecosistemas, los campos, el paisaje. Su hijo, Miguel Delibes de Castro, conservacionista, es un biólogo de prestigio internacional y ha continuado la labor de divulgación y amor a la tierra que comenzó su padre. Hoy en Valladolid hay un alma bella menos, hoy en nuestras estanterías algunas hojas, no solo las rojas, lloran de pena, porque se ha ido uno de los que mejor las crearon. Un hombre honesto, serios, legal, educado, noble y sabio. De esos que ya no quedan.... joder, qué pena!!!!!!!!
1 comentario:
Precioso!!!
David, deberías escribir un libro, seriamente. Tienes un magnífico dominio de las palabras, las frases y las ideas expresadas con cariño.
Gracias
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