Viniendo en metro camino al trabajo pensaba en qué tema desarrollar hoy. Se me había ocurrido hacer un comentario sobre la exposición que vi ayer en el Museo del Prado, dedicada a las armaduras y su representación en los cuadros, una muestra realmente curiosa e interesante, y que permite ver óleos famosos junto a las piezas metálicas que en ellos se ven representados, y todo ello en una tarde de primavera dominical radiante, en la que los aledaños del Prado estaban llenos de belleza natural y humana, y en los que parecía que los feos teníamos prohibido pisar el césped sito frente al museo.
Pero nada más levantarme pongo la tele y un rótulo sobreimpresionado en la parte inferior de la pantalla muestra una noticia de avance (mala, supongo, y acierto) en le que se indica que ha habido al menos una explosión en una estación del metro de Moscú, que si no me equivoco es el más concurrido del mundo, y se da un avance muertos y heridos confuso. Al llegar al trabajo y arrancar el ordenador e Internet veo que la cosa se aclara un poco para oscurecerse del todo. Ya son dos atentados suicidas que contabilizan provisionalmente más de treinta muertos, y se supone que muchos heridos. El País se lanza ya a la barrera de los cuarenta muertos, aunque dado lo que es un metro va a ser muy complicado saber exactamente cuantos son los fallecidos hasta que la cosa se despeje. El último caso similar lo tuvimos en los atentados del metro de Londres en Junio de 2005, si no me equivoco, y durante horas el número de víctimas estuvo bailando por motivos obvios. A lo largo de la mañana sabremos algo más, y nuestros ojos se llenarán de imágenes borrosas provenientes de las cámaras de seguridad del suburbano, visiones entrecortadas, de mala calidad, en al que seguro se ve a gente corriendo por los pasillos, ruidos y humos, y una sensación de pánico y descontrol absoluta, en este caso en el marco de las despampanantes estaciones moscovitas, llenas de mármoles, lámparas doradas y pasillos palaciegos. El metro de Moscú es una de las joyas de la ciudad, y con todo el mérito del mundo según cuentan los que lo han visitado, y me temo que hoy nos va a tocar ver mármoles y columnas lujosas aderezadas de suciedad, polvo y sangre. Parece que una de las explosiones ha tenido lugar en al estación de Lubianka, junto a la plaza del mismo nombre, famosa en el pasado por ser la sede del KGB. Este era en la época soviética uno de los lugares más odiados de la ciudad, y si me apuran del mundo. En esa plaza se elevaba, frente al edifico que albergaba la sede de la seguridad comunista, se encontraba la estatua de Félix Dzerzhinski, el fundador de la organización, y uno de los sujetos odiados por excelencia en el país. Cuando tuvo lugar la revuelta que acabó con el comunismo fue esta estatua una de las primeras en ser derribada, con objeto de limpiar el recuerdo de torturas, mentiras e infamias que ese lugar poseía. Pues bien, parece que ahora ha sido el subsuelo de esa plaza el que ha temblado, y decenas de personas que por allí transitaban rumbo a su trabajo, camino a realizar gestiones o vaya usted a saber qué se han encontrado con una versión del infierno sin esperárselo bajo ningún concepto. Sólo de imaginarlo se le ponen a uno los pelos de punta. Pues si que empezamos mal la Semana Santa.
Si alguien quiere información práctica sobre el metro de Moscú, una web interesante es esta, y como no, la página oficial. Me temo que va a ser una mañana de sobresaltos, noticias cruzadas, balances, reivindicaciones y sospechas. Aparecerán los islamistas chechenos por algún lado, y si hay suicidas islamistas esta hipótesis cogerá mucha fuerza. A saber como responderá el gobierno ruso en función de hacia donde se decanten las investigaciones. Otra mañana de ritual tenebroso, y así como las nubes hoy cubrirán los cielos que ayer lucían despejados los periódicos ensombrecerán el inicio de nuestras vacaciones. Maldita actualidad.
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