Ayer hubo muchas votaciones en el Congreso: Sin duda la que más atención generó fue la de la reforma laboral, que el PSOE sacó en medio de una abstención mayoritaria, incluida la de uno de sus miembros del grupo socialista. Pero hubo muchas más decisiones, y una de ellas, convalidad por una mayoría absoluta aplastante, fue la de admitir a trámite la proposición de ley para que se prohíba fumar del todo en los espacios cerrados. Ahora, como en el caso de la reforma laboral, viene un periodo de debate, enmiendas y acuerdos, pero si en el del mercado de trabajo so se sabe lo que saldrá, ne lo del tabaco el texto final se parecerá mucho al acordado ayer.
Y que quieren que les diga, me alegro mucho. No soy fumador, nunca lo he sido y no me llama para nada el empezar a fumar. De pequeño miraba los tubos de escape de los coches y la gente que llevaba las colillas en su boca y el parecido me resultaba asombroso, tanto que de hecho me extrañaba que no hubiera nadie que chupase los escapes de los automóviles y camiones. Tampoco soy de los que consideran al tabaco como algo fetichista, que los hay, y que les pone a cien ver a una mujer fumando…. La verdad es que no, no es así. Lo único que hago con el tabaco es sufrir sus consecuencias sin consumirlo y es que, como he repetido muchas veces, el tabaco es una droga pública, o lo que es lo mismo, su consumo no es privativo del que fuma. Si yo me bebo una copa, o dos, o…. me las estoy bebiendo yo, pero si fumo un cigarrillo lo hago yo y todos los que están a mi alrededor, lo quieran o no. A escala es similar al problema que generan los móviles como reproductor MP3 en alto. Uno va en el metro o en el autobús y de repente aparece el típico imbécil con el volumen de su móvil muy alto oyendo música, casi siempre salsa o tecno cutre. Los auriculares permiten privatizar la música y aislar al oyente del resto y viceversa, pero el altavoz convierte el espacio público en una especie de prolongación de la casa de quién lo oye, y puede que los que le rodean quieran escuchar eso o no, les guste o no, lo disfruten o no lo soporten. En el caso del altavoz ruidoso estamos hablando de molestias, pero en el del tabaco estamos sumando a las molestias el tema de la salud. Si tragar humo es malo, ¿por qué tengo que digerirlo si no lo quiero? Personalmente me basta y me sobra con la dosis de humo que aspiro día a día gracias a los tubos de escape de los coches que rodean nuestra vida como para encima tener que admitir humos azulones a mí alrededor. Hubo una época en la que fumar en el transporte público se veía como algo normal, y vagones de tren y autobuses tenían sus zonas de fumadores o, directamente, era algo libre. Afortunadamente aquello se acabó, y hoy en día es impensable que alguien vaya la lado tuyo en el metro dándole al cigarrillo, pero lo que costó implantarlo. Probablemente con el tiempo veamos igual de anacrónico el que en los bares o restaurantes hubiera un tiempo en el que se fumaba, pero llegará. Eso sí, a base de esfuerzos y de que los no fumadores no dejemos de dar la brasa, ceniza incluida si es necesario, para que los fumadores respeten nuestro derecho a respirar aire limpio. El que desee fumar que lo haga, pero sin que moleste a nadie. Es tan sencillo y obvio que, en serio, a veces no entiendo porqué surge una polémica de este asunto.
Lo que ya me parece de aurora boreal es que se le de cierto aire ideológico o político a esto. Se dice que fumar es de izquierdas o de derechas, cuando realmente es un problema de adicción, o que prohibiciones de este tipo van contra la libertad y las impone un gobierno socialista que interviene en nuestras vidas. Lo cierto es que lo que atenta contra la libertad de las personas es el humo, y el derecho a respirar está por encima del placer de exhalar bocanadas azulonas o blanquecinas. En esencia, lo público en público, y lo privado en privado, tan sencillo como eso.
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