Lo que ayer por la mañana era un oscuro incidente en el Mediterráneo entre patrulleras israelíes y barcos de cooperantes se convirtió a lo largo día en la crónica de un violento enfrentamiento armado entre el ejército de Israel y los civiles que, a bordo de una flotilla de barcos, trataban de violar el embargo que Israel impone a Gaza, con un saldo de más de diez muertos y numerosos heridos. A medida que pasan las horas aumenta la dimensión de lo sucedido y sus posibles consecuencias. Como teníamos pocos problemas, uno más......
Como sucede en estos casos, también se produce un enfrentamiento entre la propaganda de ambas partes. Para contrarrestar el movimiento internacional de condena Israel ha publicado unos vídeos en los que se ve cómo los soldados que desembarcan en uno de los barcos son recibidos a palos y agredidos, y a partir de ahí justifica lo sucedido. Sea como fuere lo cierto es que Israel se ha ganado la condena internacional a pulso, porque el asalto, en aguas internacionales, es ilegal, y sus dramáticas consecuencias no son admisibles. Ese conjunto de barcos no iba lleno de almas de caridad, seamos sinceros, y el objetivo de esa misión humanitaria no era el de abastecer a la población de Gaza, sino mostrar al mundo el bloqueo que impone Israel y centrar el foco de la opinión pública en este problema para que, sintiendo esa presión, Israel aflojase su control de la zona. Era una acción política, e Israel, que ha picado el cebo, ha actuado de la manera más torpe y estúpida posible. ¿Acaso no podía el ejército israelí apostar unos barcos militares en el límite de sus aguas jurisdiccionales y bloquear el paso de la flotilla sin dispara un tiro? La toma de una embarcación por tropas de asalto suele acabar mal, es fácil que haya tiros perdidos, y si ya se da una balasera en toda la regla, como dirían los mejicanos, la catástrofe está servida. Ayer a ojos de todo el mundo Israel había cometido un delito, y ya de paso un grave error. El principal perjudicado de todo lo sucedido, a parte obviamente de los familiares y allegados de las víctimas, es el propio Israel, que pese a que no le importe, ha vuelto a conseguir que todos los países se pongan en su contra. Como pasó en la operación de asalto a Gaza de navidades de 2008, el ejército israelí ha actuado sin la más mínima inteligencia, entrando como elefante en cacharrería y destrozándolo todo. Curiosamente el principal beneficiado de todo esto es Hamas, grupo terrorista islamista que controla la franja de Gaza y que recibe de su enemigo Israel un golpe de legitimidad moral entre la comunidad musulmana (y algunos descarriados círculos occidentales) como no lo hubiese soñado ni en sus mejores deseos. Por mucho que se empeñe el gobierno hebreo en disimular, la han pifiado, y más les vale crear un comité que estudie que es lo que ha pasado y depure responsabilidades para calmar a al opinión pública internacional. El problema es que a los grupos radicales islámicos no les va a tranquilizar de ninguna manera. No necesitaban lo de ayer para nada, pero la excusa les viene de perlas para cometer nuevos actos terroristas y volver a alimentar esa espiral de acción reacción que desde hace décadas envenena toda la región, logrando que la muerte se imponga entre sus habitantes. El saldo de lo ocurrido ayer, gravísimo, es malo desde todos los puntos de vista.
Y una de las muchas derivadas de todo esto, y no precisamente la menor, es la posición de Turquía. Hasta ahora era uno de los pocos países islámicos que mantenía relaciones, mejores o peores, con Israel, pero ayer todo eso se fue a la porra. Recordemos que Turquía es socio de la OTAN y base estratégica de las tropas norteamericanas en su campaña iraquí y afgana. Si Turquía vira de posición y empieza a no mirar con malos ojos a Irán, cuyo régimen ayer debió brindar con champán ante lo sucedido, las consecuencias de este incidente pueden ser devastadoras. Como ven a veces, y ya me duele, no hay manera de sacar nada positivo de la realidad que nos rodea.
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