Estos días se celebra en Le Bourget, en los alrededores de París, la feria aeronáutica más importante del mundo, en la que las distintas empresas involucradas en el sector presentan sus apuestas y novedades. El aéreo es uno de los sectores industriales más competitivos y complejos que existen, donde la innovación tecnológica es constante y las inversiones que se deben efectuar son inmensas y normalmente se amortizan al cabo de muchos años. De hecho esta feria sirve también como escaparate para prototipos y diseños conceptuales, futuristas y chocantes.
Así, frente al tradicional duelo entre Boeing y Airbus, que esta vez se miran a cara de perro con sus modelos 737 y A380, la noticia para el gran público estaba ayer en el diseño que presentó la europea EADS sobre un avión hipersónico, capaz de cruzar medio mundo en un instante, y lograr que el vuelo entre Madrid y Tokyo se haga en poco más de dos horas, algo impensable a día de hoy. El prototipo de avión, con una capacidad máxima de entorno a los cien pasajeros, se asemeja más a un cohete estilizado, en el que la mitad del fuselaje consiste en motores y tanques de combustible. Capaz de alcanzar velocidades cuatro veces superiores a las del sonido, dejaría muy atrás los registros alcanzados por el Concorde, hasta le momento el único proyecto de avión comercial supersónico que ha existido, y supondría una revolución en los vuelos a muy larga distancia. Sin embargo al leer la noticia uno empieza a desalentarse, y no porque se estime que el precio del pasaje se sitúe en torno a los 6.000 euros, sino porque se prevé que pueda volar en 2050. Eso es dentro de casi cuarenta años, una cifra inmensa y, a mi entender, demasiado lejana. Esto me hizo recordar que ya en los ochenta, con un Concorde a pleno rendimiento, se hablaba de una nueva generación de aviones de este tipo que surcarían los cielos de todo el mundo allá por el 2015. Un cuarto de siglo después lo que hemos visto es que los aviones que nos transportan no han sufrido variaciones muy significativas, ni en capacidad ni en prestaciones. Las grandes novedades del transporte aéreo han venido por la reducción del precio del mismo, el fenómeno low cost, la paralela reducción de espacio entre asientos, fenómeno que no tiene nombre porque ya no hay espacio ni para poder definirlo, y la elefantiasis que ha afectado a los aeropuertos, que se han convertido en monstruosas ciudades, inmanejables en muchos casos, y que son tan complejos e inmensos que hacen que llegar y salir de ellos pueda ser en muchos casos más difícil que hacerlo de la propia ciudad de destino. Otra gran novedad aérea ha sido la de la seguridad, derivada del terrorismo, y en especial de los atentados del 11S. Desde entonces volar no ha sido lo mismo, y para mucha gente coger el avión se ha convertido en sinónimo de engorro, vejación y molestia. El sector cambia día a día y la tecnología lo ha transformado. Ya no hay billetes de avión, las tarjetas de embarque se pueden imprimir tranquilamente en la ofician o en casa, y la selección de ofertas a través de Internet hace que a veces sea más sencillo comprar vuelos que fruta en una tienda de barrio. Sin embargo, curiosamente, se sigue tardando prácticamente lo mismo en ir desde Madrid a Nueva York hoy que hace veinte o treinta años. O más si se piensa que el Concorde ya no existe. Los tiempos de vuelo no se han reducido, y los aviones, más eficientes en su consumo y económicos, hacen los trayectos a un menor coste de pasajero por kilómetro, cosa que permite la existencia del low cost, pero el tiempo de vuelo, eso es inmutable.
Visto así, parece que la tecnología aérea se ha estancado. Evidentemente eso no es cierto, pero en lo que respecta a velocidad de vuelo sí es verdad que desde hace décadas no hay novedades significativas. El alto precio del petróleo a desincentivado el desarrollo de motores muy potentes y, a día de de hoy, demasiado tragones de queroseno. Por lo tanto, curioso el modelo de avión presentado, pero me da que corre el riesgo de quedarse en un proyecto bonito e interesante, sin ir más allá. Confiemos en que eso no ocurra y lo veamos volar, a ser posible antes del lejano 2050.
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