El viernes me topé con una de esas noticias que, sino indignación, si me enervan, y bastante, porque muestran hasta que punto es tonto el mundo en el que vivimos. El asunto se relaciona con unas declaraciones efectuadas por la cantante Lourdes Hernández, conocida por su seudónimo, Russian Red, en las que afirma sentir más afinidad con las ideas de la derecha. Esto, según el articulista, ha generado una intensa polémica y el texto de la noticia consiste en una serie de entrevistas a cantantes variados para que expresen su opinión política y que opinen sobre Russian Red y su apuesta por la derecha.
Y mi pregunta es dónde está la polémica. Porque no se ustedes, pero yo cuando oigo música no pienso para nada en la ideología del compositor, entre otras cosas porque lo ignoró. Me da igual. Russian Red puede ser de derechas, izquierdas, apátrida, medio pensionista o afiliada al Hare Krisna, me da igual. Lo que me interesa de ella son sus canciones, melodías y sonidos. Sus opiniones son libres y como tales deben ser tomadas. No me gustó, por tanto, el tono de cierta superioridad moral que destilaba el artículo, viniendo a decir algo así como “Russian, qué equivocada estás, a ver si te hacemos ver qué es lo correcto”. Porque se supone que los artistas son de izquierdas, suposición que yo no se muy bien de donde sale, ni en qué se fundamenta, ni siquiera qué valor posee. De primeras, muchos de los que se proclaman de izquierdas en sus entrevistas están forrados y llevan un tren de vida propio de ricos y potentados, alardeando de sus mansiones y gastándose fortunas en extravagancias. De vez en cuando aportan una pequeña calderilla de sus ingresos a obras comprometidas, y declaraciones de prensa mediante, consiguen la absolución mediática a su forma de vida y alabanza progresista. Curiosamente ayer venía en la revista dominical de El País una entrevista a un modisto que posee ya su propio imperio y que retrata perfectamente esta doble moral. Su titular lo dice todo” Soy comunista de corazón y fascista de bolsillo” y probablemente este sujeto sea catalogado de “izquierdas” por decir algo así, cuando lo que demuestra es que, como casi todo el mundo, no posee ideología, sino un mero ansia de poseer, que el capitalismo que tanto dice odiar, pero que en el fondo ama, le ha saciado. Curiosa hipocresía. No es nuevo que las ideologías, de izquierdas y derechas, traten de usar a artistas y personajes de la vida pública como estandarte para transmitir su mensaje, siempre ha pasado y pasará, ni tampoco es novedad que quienes se niegan a participar en ese juego, o se salen de lo establecido, son castigados y tratados como traidores. El intelectual orgánico, palabro bastante feo pero que refleja muy bien a aquellos que tiran su compromiso a la basura a cambio de poder, moqueta y coche oficial, es una especie que abunda en todos los ecosistemas de gobierno, sean del PP o del PSOE, y en un país como España, donde la subvención se reparte con una generosidad impropia de nuestra penuria, aún más. Qué cantante o artista se va a llevar mal con el alcalde, presidente de comunidad o gobierno si corre el riesgo de perder la subvención correspondiente. Así, el compromiso militante se acaba convirtiendo en un mero juego de intereses. En este sentido la declaración de Russian Red me parece de una enorme valentía, porque se sale de lo establecido, de la dictadura de lo políticamente correcto, y muestra hasta cierto punto su ingenuidad. Quizás ahora empiece a descubrir lo cruel que es el mundo en el que vive y lo cainita que es su país, es España de rencores y envidias siempre a punto de ser lanzadas contra quién se salga de lo establecido.
En cierto modo, y a escala, esto me recuerda a la polémica de la que hablé hace unos meses sobre la suspensión en Francia del homenaje a Celine por sus escritos fascistas y antisemitas. Lo dije entonces, lo repito ahora y lo diré siempre. La obra de un autor es independiente de su vida. Un compositor será comunista, fascista, trotskista, anarquista, afrancesado, liberal, burgués o anacoreta, pero por encima de todo es compositor. Es su obra lo que debe ser juzgada, no algo tan simple y esquemático como su ideología. Y es que los escritos, dibujos, y obras de arte en general son mucho más duraderos que esas banalidades con las que juzgamos y etiquetamos a las personas.
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