Hoy les voy a dar descanso griego, y no será porque la jornada de ayer no fue intensa, no. La semana que viene aún lo será más, por lo que tiempo habrá de comentar lo que pase. En vez de analizar las ruinas de Atenas, veamos el panorama desde la no menos ruinosa Kabul, o mejor desde su extrarradio, porque nos vamos de allí. Salió Obama el Miércoles en una comparecencia oficial anunciando que en 2012 se retirará el grueso de las tropas norteamericanas de ese país, y que la guerra se dará por finalizada. Tiempo ha faltado para que el resto de aliados aplauda la decisión y anuncie que también se van.
Este año se cumple el décimo aniversario del atentado del 11S y de la consiguiente invasión de Afganistán. Diez años de guerra, cuyo balance resulta, visto de manera superficial, deprimente. Si entramos en detalles la cosa empeora. Las tropas internacionales (EEUU y unos acompañantes simbólicos) no han logrado en este tiempo no ya estabilizar, ni siquiera controlar el país. Zonas enteras de Afganistán siguen siendo lugares de acceso vetado para los ejércitos occidentales, donde a saber que pasa. Kabul y sus alrededores han logrado cierta estabilidad, rota por el tradicional atentado de casi todos los días, pero fuera de ahí el panorama es triste. La pobreza de al población sigue siendo inmensa, el sometimiento de las mujeres no cesa y los talibanes, reorganizados y rearmados, mantienen ofensivas durante varias semanas, mostrando sus intenciones de reconquistar el poder en cuanto les sea posible. Es difícil saber que va a pasar allí cuando las tropas americanas se vayan, pero no creo equivocarme demasiado si supongo que el gobierno de Kharzai caerá como fruta madura, las exportaciones de opio aumentarán aún más y el sometimiento de la población a la sharia de los iluminados talibanes se intensificará. Más difícil es saber qué va a pasar en la relación Afganistán Pakistán. El que Bin Laden fuera eliminado por los EEUU abrió, en parte, la puerta a esta retirada, pero el que estuviera en Afganistán, bien cuidado, puso aún más de manifiesto que esa zona es un problema que debe abordarse de manera conjunta y decidida. Cuando Obama llegó a al Casa Blanca su mensaje era el de retirarse de Irak y potenciar los esfuerzos en lo que se llamó Af-Pak, para unificar bajo un mismo término a toda la región. Era una iniciativa lógica, porque de Irak no vino el terrorismo, y de Af-Pak sí. Pocos años después la realidad es que Af-Pak se descontrola cada vez un poco más, y que la intervención se deshace. Muchas son las causas que han provocado este estado de cosas, desde el agotamiento del ejército norteamericano, entrenado para guerras cortas, intensas y de tipo clásico, pero que se ha mostrado incapaz ante una guerrilla de desgaste continuada, intensa y en un terreno inhóspito. Al igual que los rusos, y antes los ingleses, los americanos han visto como su potencia militar de poco les ha servido en los pedregales afganos. Es cierto que occidente usa su tecnología militar con escrúpulos, y que si deseara arrasarlo todo podría hacerlo, técnicamente hablando, pero eso no serviría de mucho. Frente a ellos, los talibanes exprimen al máximo las posibilidades de su rudimentario armamento, y se cobran lenta pero incesantemente vidas de jóvenes americanos que llegan de vuelta a sus residencias envueltos en la bandera de las barras y estrellas. El talibán ha usado muy bien su estrategia de largo plazo, y ha vendido.
Y no se puede obviar el otro factor que condiciona la retirada, y es que Afganistán le cuesta a EEUU unos dos mil millones de dólares al mes. En medio de una crisis inacabable y con un déficit fiscal imparable, lo de Obama del Miércoles, en el fondo, era una medida de recorte de gasto público. Un intento de reducir costes y destinar parte de esa inversión a las necesidades de al economía doméstica norteamericana, que son muchas. En fin, se puede decir, alto y claro, aunque no lo verán escrito en los medios, que hemos perdido la guerra de Afganistán.
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