Pese a que lo de Grecia es lo más grave que estamos viviendo, y las consecuencias de lo que allí suceda pueden ser devastadoras para toda Europa, y en particular para nuestra maltrecha España, no quiero hoy escribir sobre eso, demasiados días vendrán para ello, sino que quiero fijarme en el último de los escándalos “made in USA” que ha azotado a uno de los políticos norteamericanos. En este caso el protagonista se llama Anthony Weiner, valor emergente del partido demócrata, que incluso llegó a sonar como candidato a la alcaldía de Nueva York en las elecciones de, me suena, 2013. Eso fue hace poco. Ahora Weiner esta en paro.
La historia es casi la de siempre. Político casado, poseedor de una imagen familiar intachable, que se ve envuelto en un asunto de faldas con un componente más o menos erótico, depende del caso, que lo niega todo y jura a los cuatro vientos que nunca ha engañado a su mujer y todo es un montaje. Al final admite que sí, le puso los cuernos con la que fuera y, compungido, pide perdón y desaparece humillado. Siempre es igual, sólo varían los matices y el grado de obscenidad de la historia. En este caso Weiner se ha convertido en un cornudo 2.0, porque ha usado twitter para mandar fotos suyas subidas de tono a una joven, cosa que parece bastante habitual entre parejas, e incluso ha creado subredes de sexdating, por así llamarlo, en las que los usuarios se intercambian material erótico y pornográfico de cara a futuros encuentros, o como recuerdo de los habidos en el pasado (“mira que acaramelados estábamos mientras me lo hacías”). Lo que me choca de este asunto es la profunda estupidez que ha mostrado Weiner, porque conociendo los antecedentes, muy numerosos, hace falta ser tonto para usar una red social a la que todo el mundo puede acceder con un fin tan privado y que posee tal potencial de riesgo. De hecho mucha gente que trastea continuamente por twitter o facebook husmeando, entrando y saliendo en los perfiles de gente conocida para ver si se entera de algo interesante. El que los políticos mismos usen twitter como medio de comunicación y difusión de sus mensajes aumenta la sensación de que en esa red, y para estos personajes, la privacidad no existe. Y va Weiner y pone allí sus fotos. Lo dicho, una pifia de las gordas, que casi reclamaría su dimisión por incompetente. Más allá del asunto moral, que aquí se ve como algo laxo y en EEUU es mucho más serio, lo de Weiner vuelve a demostrar que los electores americanos quizás puedan consentir el adulterio de sus políticos, pero desde luego lo que no van a tolerar es que les mientan. En todos estos casos el político pillado en paños menores tira de la teoría de al conspiración, negando el asunto y acusando a todo el mundo, por lo que se convierte en un blanco fácil y jugoso para la prensa, sabedora de que si encuentra una falla en su historia la explotará hasta sacarle todo el jugo posible. El caso más claro de este comportamiento tuvo lugar en los ochenta, si no recuerdo mal, y afectó a Gary Hart, senador y aspirante demócrata a la presidencia. Hart era un candidato atractivo, con aire moderno y con posibilidades frente al nominado republicano, Bush padre. Sin embargo era un mujeriego imprudente. En el proceso de primarias demócratas, cuando iba por buen camino, salió a la luz una supuesta amante con la que Hart mantenía relaciones desde hacía tiempo. Él se encaró con la prensa, negó las acusaciones y, en el mayor error de su carrera, retó a los medios a que encontrasen pruebas del adulterio. Estos, oliendo carne fresca, se lanzaron a por ella, y no pasaron muchos días hasta que algunos periódicos y revistas publicaron las imágenes del senador retozando con su amiga. Pillado por completo, y en medio de un ridículo inmenso, Hart renunció, su campaña terminó y su carrera política se marchitó para siempre.
Así que mi consejo para los políticos de EEUU es que lleven puestos tres calzoncillos cuando salgan de casa para no cagarla, pero que si lo hacen y los pillan, lo reconozcan en el acto. Mentir sólo servirá para humillarles aún más. Un acto de contrición con la familia humillada, falso como un euro de chocolate (de momento) puede servir para recuperar el aprecio del votante. Aunque también tienen otra alternativa, y es sacarle rédito a lo que han hecho y vivir a cuenta de ello. Larry Flint, el rey del porno USA, ya ha ofrecido empleo a Weiner, con mejor sueldo que en el Congreso y, ojo, iguales beneficios médicos. Supongo que esto es la versión X del sueño americano, de la nueva oportunidad para reconstruirse, ayudado por el Viagra.
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