lunes, junio 06, 2011

La ruinas de Atenas

Desde el Viernes llevo leyendo varios artículos en los que se expresa la alegría del escritor por el acuerdo de refinanciación de la deuda griega que se alcanzó a finales de la semana pasada en Bruselas. Se habla de pasos para la solución del problema, balones de oxígeno y otros términos similares, cuando en su lugar se debiera haber escrito una especie de oda fúnebre a la nación griega, sus habitantes e instituciones. Me asombra la negación de la realidad a la que estamos asistiendo y que, de seguir así, amenaza con que incluso nos sorprendamos con lo que ocurra dentro de unos meses, cuando en realidad será fruto de nuestros errores.

Lo de Grecia, en el fondo es muy sencillo, y se puede describir en tres sencillos puntos. Primero, Grecia está quebrada. Segundo, los rescates no sirven para nada, y en todo caso, al aumentar el importe total de la deuda debida, agravan el problema. Tercero, todos los agentes (países, gobiernos, instituciones, medios de comunicación, etc) hacen todo lo posible para engañarse, engañarnos, y no asumir las terribles consecuencias que se derivan de los puntos primero y segundo. Así de simple y duro. Cuanto más tardemos en asumir esta verdad peor será para todos, y me asombra escuchar cada día a varios expertos, que saben más que yo, repetir una y otra vez que los rescates son útiles y exitosos, por lo que deduzco que están mintiendo a sabiendas, o pagados para ello. Los rescates sólo sirven para ganar algo de tiempo, menso cada vez, antes de que el país se declare en bancarrota. Dado que los principales tenedores, no griegos, de deuda helena son bancos franceses y alemanes, se comenta que ese tiempo ganado está para que esos bancos provisionen a todo correr para evitar las pérdidas derivadas del futuro impago. Se estarías así tratando de ayudar a esas entidades, de manera indirecta, dando por sentado que los gobiernos francés y alemán conocen cuál es la verdadera situación de las finanzas helenas. Por lo tanto, estaríamos asistiendo a un rescate de los acreedores, más que de los deudores. Es una hipótesis coherente, pero de ser cierta revela hasta que punto estamos equivocándonos. En el momento en el que se declare la insolvencia griega habrá una situación de pánico en Europa y un nuevo crash bancario, como sucedió a nivel global con Lehmann Brothers en 2008. Y eso que Grecia es muy poca cosa en el conjunto de Europa. Su PIB es de poco más de la quinta parte del español, y sería un buen caso para ensayar, estableciendo un sistema europeo de quiebra de países, por así llamarlo. Se debería anunciar una reunión entre los acreedores griegos, públicos y privados, y el gobierno de la nación, y establecer un sistema de renegociación, con ampliación de plazos, o de quitas, impagos, que afectaría tanto a los inversores institucionales como a la banca privada. Cuanto antes se haga mejor, porque menos dinero se deberá y menor será el importe de las renuncias a las que los acreedores deban exponerse. Pero cuanto más tarde y más rescates se acumulen, peor. Esto ocasionaría un momento de turbulencias en la zona Euro muy fuerte, pero es probable que se apaciguara sui se ve que hay voluntad de cumplir con lo pactado y se asume la realidad de que no se va a cobrar de donde no se puede. Si sale bien, este sistema sería útil para el caso irlandés y, llegado el caso, el portugués. Para España no hay alternativa posible, somos demasiado grandes, y su llegáramos a caer, Dios no lo quiera, no es posible diseñar algo similar a lo anterior sin que el euro mismo reviente por la presión de los mercados y naciones.

¿Existe otra solución? Sí, basada en más Europa y en la integración financiera.
Algo así es lo que expone Paul de Grauwe en esta breve pero clarividente entrevista, cuya idea comparto plenamente, y cuyos temores también suscribo, porque lo que dice implicaría que Alemania, sobre todo, pero no sólo, se haría cargo de parte de las pérdidas, que le corresponden como primer inversor privado en Grecia, pero es probable que no haya canciller preparado, Ángela no lo está, para asumir ese coste financiero y político. Así las cosas, o se adopta la integración tipo Grauwe, o se organiza la quiebra o Grecia se derrumbará y arrastrará muchas cosas por delante. El tiempo se acaba. ¿Qué elegimos?

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