Casi todo el mundo está de acuerdo en que, una vez que China y otros emergentes se han sumado al carro del desarrollo, se ha terminado la época del petróleo barato, y casi seguro que no volveremos a ver el barril en niveles de treinta o cuarenta dólares. Si se le añade la tensión geopolítica que se vive respecto a Irán es comprensible que los precios actuales se mantengan sobre los 120 dólares pero, en todo caso, el valor del fondo del barril no descenderá de unos ochenta, pase lo que pase con el conflicto del golfo pérsico.
Y eso se traduce en, como mínimo, gasolinas disparadas, que superan el 1,4 euros por litro de súper 95 y poco menos el diesel, aunque la cosa varía algo dependiendo de donde se reposte. Así, el coche empieza a ser un artículo de lujo, y darle de comer implica unos costes que no dejan de crecer, lo que sumado a la crisis hace que las ventas de vehículos no dejen de caer. Una posible alternativa al precio de la gasolina es adquirir un coche híbrido, dotado de motor de gasolina y eléctrico, que requiere repostar, pero que consume menos y permite a largo plazo ahorrar bastante en carburante, además del efecto beneficioso que ello produce sobre el medio ambiente. Un compañero mío de trabajo, OOM, y su novia EBC, ante la tesitura de comprar un coche nuevo dada la jubilación que demanda a gritos su antiguo vehículo, se están planteando adquirir un híbrido, concretamente el modelo Toyota Auris, que es una evolución mejorada, y en un modelo más compacto, de la que ya ha ensayado con éxito Toyota en el modelo Prius. El coche usa un motor de gasolina (o diesel) principalmente y posee un motor auxiliar eléctrico que se utiliza en ciudad y para movimientos cortos, con unas baterías que se recargan con el uso. En media el consumo disminuye y compensa el aumento de peso que supone cargar con las baterías y dos motores, permitiendo un ahorro a largo plazo pese a que, como es lógico, el coste de compra del vehículo es más elevado que los de sus competidores de segmento (aunque hay que estar atentos a las subvenciones y descuentos que los promocionan, que pueden ser muy atractivas). De hecho en modelo Prius ha sido un éxito en todo el mundo, siendo el primer vehículo real que usa un motor eléctrico, y en Madrid se ven bastantes Prius, especialmente en el sector del taxi, y si ellos que son intensivos en uso lo utilizan es porque les sale a cuenta y funciona. Sin embargo el Prius representa la primera generación de híbridos, y tenemos aquí ya la segunda, más experimental y cara, pero más atractiva. El buque insignia es el Opel Ampera, también comercializado como Chevrolet Volt (todo es General Motors) que ha sido premiado como coche del año 20112, lo que supone un espaldarazo comercial y un reconocimiento técnico, en una mezcla de marketing y calidad de producto muy interesante. El Ampera es el primer producto comercial de eso que se denomina “autonomía extendida” que es una manera de decir que, pese a ser eléctrico, tiene el rango de uso en kilómetros de un coche convencional y no dejará a su usuario tirado a los pocos kilómetros, uno de los miedos que provocan los híbridos y eléctricos y que les quitan atractivos. Como en el Prius, también el Ampera tiene dos motores, pero en este caso el eléctrico es el principal, el que siempre funciona y tira del coche, mientras que el de gasolina sólo sirve para cargar la batería cuando se acaba, actuando como una dinamo, arrancándose automáticamente cuando detecta bajo nivel de carga y apagándose cuando la rellena.
¿Necesita combustible el Ampera? Sí, porque sin él una vez acabada la batería el coche se para, pero mucho menos que otros modelos equivalentes, porque entre otras cosas el motor de gasolina funciona siempre al mismo régimen de vueltas, por lo que optimiza su consumo y vida útil, ya que no hay que subir ni bajar sus revoluciones. Así la autonomía es elevada y es el primer coche real en el que, por fin, la gasolina está al servicio del motor eléctrico, y no al revés. Aún es muy caro, pero abre un camino muy prometedor, quizás el más práctico como puente al coche eléctrico puro que aún no es capaz de satisfacer las necesidades de transporte que demandamos.
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