Ayer tuvo lugar en el Ministerio de Hacienda la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera, nombre bajo el que se esconde el órgano oficial que reúne a todas las Comunidades Autónomas y el gobierno central para coordinar la financiación y la política económica en el plano regional. Lo más interesante de estos encuentros es que muchos de ustedes pueden ver algo del interior del edificio en el que trabajo, como esa sala con mesas circulares, se llama Sala B, ideal para hacer encuentros de este tipo y nefasta para presentaciones.
De la reunión de ayer salió un consenso entre casi todas las CCAA para respetar el objetivo de déficit que el gobierno les impone para 2012, el 1,5%, con la abstención de canarias y Cataluña, y el voto en contra de Andalucía. Bonitas palabras y sonrisas de cara a la galería, aunque es seguro que en el seno de la reunión se organizó una bronca por cómo llegar a ese nivel de déficit. Actualmente, salvo Madrid que se encuentra en el 1,3%, todas superan ampliamente el valor del 1,5%, con una media algo superior al 3% y con casos como el de Castilla la Mancha que alcanzan el 7%. Mi opinión sincera al respecto de todo esto es que la reunión de ayer tuvo un valor por el mero hecho de llevarse a cabo, pero no servirá para mucho más. Las CCAA no van a alcanzar ese objetivo de déficit, ni de broma, y lo saben, y sospecho que el gobierno central también, y eso será así por dos causas. Una se deriva de la situación económica, ya que en la recesión en la que nos encontramos los ingresos fiscales que obtienen las Comunidades, bien de impuestos propios (pocos) o transferencias del gobierno central (muchos) van a ir a menos, y sus gastos sociales, principal partida de gasto, a más, a medida que se deteriore el entorno económico. Pero más allá de que el ciclo y la contabilidad jueguen en contra de las comunidades, el verdadero problema que veo es que en la reunión de ayer se encontraron un montón de señores que no son conscientes del mundo en el que viven y lo que está pasando. Ayer mismo los datos económicos y financieros mostraron a las claras como estamos, con un Ibex cayendo en barrena, creo que ya es el peor índice bursátil del mundo en 2012, y una prima de riesgo que superaba los 330 puntos y, ojo, a la italiana. Se achaca el desastre de ayer a la aparente falta de acuerdo de Grecia con sus acreedores privados en el canje de bonos, y algo de eso hay, pero lo que cotiza en el mercado es que España no funciona, que el riesgo país sigue elevado, y que pese a las reformas que se han puesto en marcha la cosa no avanza. Lejos de ello el paro sigue creciendo, el agujero fiscal engordando y la percepción para muchos observadores externos es que una reunión como la de ayer muestra las dificultades que posee un teórico gobierno para controlar un país que está mucho más fragmentado de lo que parece. Otra muestra, cruel, de que los señores de ayer no se enteran de que va la fiesta es que, pese a la que está cayendo, siguen siendo incapaces de reducir el inmenso gasto suntuario que las CCAA han desplegado a lo largo de los años de bonanza, lo que les ha permitido alcanzar enormes cuotas de poder e influencia en sus territorios locales, convirtiéndoles de facto a muchos de ellos en virreyes ajenos a la coyuntura y, lo que es peor, la realidad. Los últimos escándalos que surgen de Andalucía muestran que la corrupción es endémica en estos gobiernos, sea cual sea su signo político, y que la intervención, auditoria y control sólo existe para la administración central.
Pero poniéndose varias pinzas en la nariz para obviar el pestilente aroma de la corrupción, ¿Por qué las CCAA siguen poseyendo televisiones autonómicas mientras que cierran hospitales? ¿Por qué mantienen un parque móvil y una montaña de edificios oficiales mientras que se cierran residencias de ancianos? ¿Por qué no se eliminan empresas públicas en vez de colegios? Son preguntas con cierta carga de demagogia, dirán algunos, y tendrán parte de razón, pero lo cierto es que tras años de crisis y destrucción de empleo y empresas es incomprensible que salga un gobernante diciendo que no puede recortar su nivel de gasto, mientras todos los demás nos afanamos para poder llegar a fin de mes renunciando a lo que sea.
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