Seguir día a día el panorama económico, con especial atención a lo que sucede en España, puede llevarle a uno a la más absoluta de las depresiones. Los datos son decepcionantes, las previsiones malas, y los adelantos sólo confirman las conocidas tendencias negativas. Uno mira al cielo buscando algo de luz para orientarse en este laberinto y, mira por donde, estos días el firmamento está dando un espectáculo de sincronía y luz de esos que se repiten en contadas ocasiones y que se pueden ver desde todas partes y sin necesidad de tener ningún material para ello.
Cuando se pone el sol, aprovechando los cielos despejados que tenemos día tras día, sólo tiene usted que ponerse mirando hacia el oeste, la zona en la que se mete el sol, y verá una preciosa secuencia en la que la luna, en cuarto creciente, brilla ligeramente desplazada a la izquierda sobre la línea que trazan dos puntos luminosos, el superior, que destella con mucha fuerza, es Venus, y el inferior es Júpiter. A eso de las 22 horas es el momento más lucido para contemplarlo, pero antes o después también se puede ver, y no es necesario ni prismáticos ni telescopios ni nada de nada. Sólo que no haya nubes. Incluso los residentes de las ciudades, que “gozamos” de un cielo contaminado por el humo y por los millones de luces que no nos dejan ver las estrellas podemos contemplarlo, porque los tres astros brillan con tanta fuerza y están lo suficientemente altos sobre el horizonte como para destacar sobre las farolas y demás obstáculos que nos niegan el acceso al espectáculo que, cada noche, brilla sobre nosotros. Curiosamente ninguno de los tres objetos es una estrella, por lo que el brillo que vemos no es sino el reflejo del Sol que, oculto ya para nosotros, ilumina esos mundos y nos permite verlos mientras nos encontramos en la fase de noche terrestre. La luna es nuestro satélite y estamos acostumbrados a verlo todos los días. Venus y Júpiter son planetas de nuestro mismo sistema solar. Venus es el más cercano camino al sol, de unas dimensiones prácticamente idénticas a las de la tierra, cubierto por unas eternas nubes y una densa y ácida atmósfera que presiona a la superficie como una prensa que todo lo aplasta y corroe. Esa atmósfera insoportable ha hecho que sean pocas las misiones que allí han sido enviadas y que la información que suministraron mientras aguantaron sobre el planeta, pocas horas, sea escasa. Júpiter es un gigantesco mundo, más allá de Marte y del cinturón de asteroides, es una inmensa bola gaseosa que desprende mucho más calor del que recibe por parte de un Sol que ya se encuentra muy lejano. A medio camino entre un planeta y una estrella, su dimensión comparativamente con nosotros empieza a asustar, siendo su diámetro once veces mayor que el nuestro. Es el mayor planeta de nuestro sistema solar y posee un complejo sistema de satélites que presentan algunos de ellos características apasionantes, como son los casos de Io, poseedor de fenómenos tectónicos y volcanes, y Europa, del que se intuye que posee océanos de agua líquida bajo su superficie. Se encuentra lejos, muy lejos, y ha sido visitado ocasionalmente por algunas sondas que han orbitado entorno a él y sus satélites. Si quieren hacerse una idea de los tamaños relativos de cada uno de estos mundos, hay muchas webs con imágenes que les dejarán pasmados, pero esta es un buen ejemplo, en el que se van escalando todos los planetas del sistema solar, el propio Sol, ante el cual el resto de cuerpos lucen ridículamente como hormigas, y luego otras estrellas, algunas de las cuales como Betelgeuse o Aldebarán aparecen también en el cielo nocturno, apenas indistinguibles, pese a su inconcebible dimensión. Vean la imagen, merece la pena.
Y sobre todo, salgan una de estas noches de finales de Marzo a contemplar el espectáculo del cielo, que se nos ofrece libremente y gratis, algo que no abunda en estos tiempos. Ayer, sin ir más lejos, este servidor se paso tres cuartos de hora en la calle, cerca de mi casa, junto a unos terrenos semiabandonados, ensimismado, mirando al cielo, y oyendo el soberbio programa de radio clásica de las 22:00 en el que Sergio Pagan emitió una serie de motetes de Orlando di Lasso. Música celestial contemplando la belleza del cielo. Una frikada, seguro que opina la mayoría. Un placer, es lo que a mi me pareció ayer. Háganlo como lo deseen, pero miren un ratito al cielo. Merece la pena.
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