jueves, marzo 15, 2012

La (sucia) imagen de la banca tras la crisis

Una de las cosas que repito a todo el mundo, y que menos se acepta por cualquier tipo de auditoria, es que los culpables de al crisis que vivimos somos todos nosotros, unos más y otros menos, pero que buscar un único culpable es un comprensible error infantil, que sólo lleva a eludir lo compleja que es la realidad. Los bancos hicieron mal su trabajo, los reguladores lo consintieron, los poderes públicos se aprovecharon y los ciudadanos y empresas nos emborrachamos de crédito barato y tóxico. Y de ahí surge la ruina que vemos a nuestro alrededor.

Sin embargo son los bancos a quienes se ve como principal causante y beneficiario de todo lo que sucede. No voy a defenderlos, porque su posición es inasumible desde el plano ético y social, pero el problema del banco es que asume un papel en el sistema financiero y económico que impide que podamos vivir sin él. Los necesitamos, porque son los instrumentos que canalizan el ahorro de quienes lo tienen hacia quienes lo necesitan, procurando ganar en ambos intercambios y haciendo que los dos elementos también ganen algo. Son como la sangre que circula por las venas de la economía, e intermedian en un mercado muy complejo, el del dinero, del que no podemos prescindir. Se puede estar un día sin comer chocolate, incluso dos o tres si me apuran, pero es muy difícil estar varios días sin usar dinero para nada, sea cual sea su expresión física o virtual.
¿Se puede? Sí, hay algún experimento interesante, pero no deja de ser una anécdota imposible de generalizar. Lo cierto es, sin embargo, que un sistema financiero que no funciona es como, usando la analogía sanguínea, una leucemia que puede matar al paciente. En los años de la bonanza fracasaron en su obligación de medir riesgos, controlarlos, y valorar los activos de manera ecuánime, porque se emborracharon de valor basura como todos los demás, y cuando llegó la caída se dieron cuenta del desastre, pero al poco también fueron conscientes de que su final sería el final del mundo tal y como lo conocemos, y por ello empezaron a jugar un peligrosos juego de posición dominante frente a los gobiernos y el conjunto de la sociedad, sabiendo que el rescate de esas entidades era la condición necesaria, que no suficiente, para salir de este agujero. Es una caso de libro de lo que se llama riesgo moral, que en este caso viene a ser que como tengo incentivos para portarme mal, para que lo voy a hacer bien, si no seré recompensado por ello. En frío es algo que tiene toda la lógica del mundo. Moral y éticamente no hay por donde cogerlo, y socialmente sólo puede ser visto con recelo, cuando no ira, por parte del resto de elementos de la economía, familias y empresas sobre todo, que no pueden refinanciarse y ven como se da un evidente trato de favor a unas instituciones frente a sus acuciantes problemas. Ahora mismo el sistema bancario en España no funciona, es un zombi que sobrevive artificialmente gracias a las inyecciones de liquidez que le proporciona el BCE, pero que no hace las funciones que debiera. Sí, toma depósitos de los ahorradores, pero o no los remunera o los pone en productos como las preferentes, que son una pura estafa para el consumidor, y no presta a quien lo necesita y sea mínimamente solvente, porque gana más el banco comprando deuda pública que financiando a arriesgados emprendedores. Y este enorme problema lo presentan los bancos que, por así decirlo, son “bancos”, porque luego tenemos bancos y entidades que son “financieros” y que no les va el mundo de la economía real de depositantes y préstamos, sino el de la intermediación y la ganancia. En estos subsector sus errores previos a la crisis aún fueron mayores y su comportamiento posterior es, comparativamente, aún más rechazable.

Tanto como
la denuncia que ayer conocimos todos por parte de un alto directivo de Goldman Sachs, ese banco de inversión que domina el mundo, como dicen muchos. En ella, Greg Smith, que así se llama el directivo newyorkino que dimitía de esta manera tan sonada, denuncia las prácticas de la entidad, basadas en el engaño a los clientes, y el ambiente tóxico que se respira en el interior de una empresa que hace tiempo que dejó de ser una entidad financiera para convertirse en un sucio casino de apuestas contra todo, con el único objeto de “desplumar” a cuantos incautos fuera posible. Más allá de las cifras lo que Smith denuncia es la profunda quiebra moral que domina nuestro mundo hoy en día, escandalosa en las finanzas o la política, pero igualmente densa y sórdida en muchos aspectos de nuestro día a día. ¿Y cómo se rescata eso?

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