Se dice mucho, y más en estos tiempos, que todos los españoles somos iguales ante la ley, que nos juzgará según el mismo código y nos penará en función del delito que hayamos cometido. El caso Urdangarín ha puesto sobre la mesa la necesidad de repetir día sí y día también esta consigna, y la imagen del yerno del Rey en los juzgados, y el presumible proceso que le espera ayudará a que muchos se la crean. Pero no, no se engañen, no todos somos iguales ante al ley. Hay un sector en este país que puede hace lo que quiera, delinquir hasta aburrirse, incumplir toda normativa y encima contar con el prestigio y apoyo de (casi) todo el mundo.
Ese sector es el fútbol. Los clubes, y todo lo que alrededor de ellos se mueve, apestan. Conocidas son desde hace tiempo las trampas que en al época de la burbuja los equipos llevaron a cabo, enormes pelotazos con la complicidad absoluta de los ayuntamientos en cada caso para edificar nuevos estadios, subvencionados con dinero público, como no, y abundantes comisiones a repartir entre todos los implicados. Fichajes opacos fiscalmente, a precios disparatados, llenos de cláusulas que los convierten en monumento al fraude, y exhibición obscena de riqueza y chulería, contando para ello cada equipo con un grupo de matones de ideología ultra, financiado generosamente por las arcas propias, que cada semana se encarga de montar bulla y destruir cosas que pagamos entre todos. Bien, por si todo esto no fuera poco resulta que el mundo del fútbol tampoco paga impuestos, y no lo hace tanto por las trampas a las que recurre para eludirlos como por el mero hecho de no abonarlos “porque ellos lo valen”. Según Hacienda la liga de fútbol debe al erario público la cachonda cifra de 750 millones de euros, a las que hay que sumar la deuda contraída, y por supuesto no pagada, con la Seguridad Social, y con decenas, miles de proveedores y clientes que se las ven y se las desean para poder cobrar de unas empresas, los equipos de fútbol, que saben que son intocables. Y otro dato interesante es que esa cifra no ha dejado de crecer en la era de la crisis, porque en los últimos cuatro años, mientras a todos se nos recortaba la vida, los clubes han aumentado sus deudas en casi 150 millones de vergonzosos euros. Infame, sí. Hace años se cambió la ley para que los que quisieran se convirtiesen en sociedades anónimas, y todos menos cuatro lo hicieron. Hoy es el día en el que algunas de esas sociedades están quebradas, son insolventes, y no pagan a nadie, pero los equipos siguen jugando, las aficiones rugiendo y los poderes públicos alimentando esa burbuja de despropósitos. ¿Por qué pasa esto? Qué debe pensar el autónomo, el pequeño empresario, el emprendedor, que ve como su negocio, sumido en la crisis, es devorado por el concurso de acreedores en pocos meses y no le queda nada, mientras que los ruinosos equipos de fútbol no dejan de gastar con alegría desmedida dinero que no es suyo… Qué sentirá el parado, despedido de una empresa que iba mejor o peor, que hace al cola en la oficina del Inem mientras lee en la prensa deportiva los planes de ampliación del estadio del arruinado equipo de sus sueños y ve como el gobierno, sea local, regional o nacional, que le recorta la prestación, firma convenios sin parar para levantar nuevas gradas que se vestirán con el color del equipo de la ciudad… y el autónomo, al que Hacienda no le perdona una trimestral del IVA, cobre o no las facturas, mientras que lee que las deudas del fútbol ni se reclaman ni ejecutan…. ¿Qué pensaran todos?
Hace pocos días vimos como el impago con la Seguridad Social se transformaba en el embargo de un colegio. Delante de los niños, sillas, mesas, pizarras y demás material escolar eran sacados de la clase y metidos en una furgoneta rumbo, supongo, a un almacén de decomisos. ¿Por qué no se ejecuta algo similar con los equipos de fútbol y se les embargan los bienes por impago? Simple, porque no hay valor (o huevos, diríase en plata) por parte de ningún cargo público para hacerlo, porque temen una revuelta social de las de verdad. Y por ello antes se cerrarán colegios, hospitales y residencias que tocar un pelo a alguna de esas oscuras y mafiosas instituciones que se amparan en un balón. No, no todos somos iguales ante la ley. No les quepa ninguna duda…..
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